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                        Henry Edward Bird nació el 14 de Julio de 1830, en
                        Portsea (Inglaterra). Falleció el 11 de Abril de 1908,
                        en Tooting (Inglaterra). 
                                 
                        Tras varios artículos sobre jugadores actuales
                        regresamos a la época romántica, la auténtica edad de
                        oro del ajedrez. Tiempos olvidados donde se daba
                        importancia al talento y a la caballerosidad, donde no
                        jugar al ataque era considerado una cobardía, años, en
                        definitiva, que supusieron un vergel de partidas
                        brillantes y ajedrez exquisito. 
                                 
                        Bird descubrió el ajedrez de forma tardía, a los 14 años,
                        pero dominó el juego con relativa facilidad y en muy
                        poco tiempo. Al principio sus rivales le daban dama de
                        ventaja, algo que cambió al poco tiempo. En 1849 hizo
                        su aparición, de una forma seria, en el mundo del
                        ajedrez, al disputar un match con George Webb Medley y
                        participar en un torneo en Londres. 
                                 
                        Como ya he comentado en otras ocasiones, en esa época
                        había muy poca actividad ajedrecística en forma de
                        torneos, por lo que los jugadores se tenían que
                        conformar con disputar matches individuales o partidas
                        de café. Los medios de transporte eran extremadamente
                        lentos, por lo que reunir a jugadores de distintos países
                        en un lugar concreto, para la disputa de un torneo,
                        representaba una tarea casi imposible. 
                                 
                        Su nivel debía de ser importante, ya que fue invitado
                        al primer torneo internacional de la historia, celebrado
                        en Londres,
                        en 1851. Es difícil poder juzgar su fuerza de juego, ya
                        que a mediados del siglo XIX se jugaba sobre todo en
                        clubes, por lo que la mayoría de esas partidas no han
                        llegado hasta nuestros días. Su actuación en Londres
                        fue discreta, ya que cayó en primera ronda ante Berhard
                        Horwitz (por 2-1, sin contar las partidas que
                        finalizaban en tablas). 
                          
                                  
                        La irregularidad marcaría su carrera. Preocupado por
                        tener ideas originales y por introducir la belleza en
                        sus partidas, descuidó sus resultados, que nunca fueron
                        demasiado brillantes. Tal vez no se le pueda situar
                        entre los mejores jugadores de su época (en cuanto a
                        palmarés), pero sus partidas estaban llenas de audacia
                        y optimismo, en una época donde no se especulaba con el
                        resultado y sólo había una cosa en mente: ir a la caza
                        del rey enemigo. Por eso este artículo representa un
                        homenaje a una forma de jugar e incluso a una forma de
                        entender la vida. Hoy en día, con un mundo del ajedrez
                        totalmente profesionalizado, no podemos esperar que
                        existan jugadores de este tipo. 
                                  
                        Echando un
                        vistazo a su trayectoria, creo que su mejores resultados
                        fueron los quintos puestos logrados en Viena
                        (1873) y París (1878), dos torneos muy fuertes en
                        los que mostró un buen nivel. En los encuentros
                        individuales tampoco tuvo grandes actuaciones,
                        cosechando más derrotas que laureles. Lo que
                        si logró fueron victorias ante los mejores del mundo,
                        su estilo de juego, ofensivo e imprevisible, era ideal
                        para poder derrotar a cualquier rival (como por ejemplo
                        Anderssen o Steinitz, que cayeron en varias ocasiones
                        ante el inglés). 
                                  
                        Pero sin duda
                        el punto álgido de su carrera llegó en 1866, cuando se
                        enfrentó a Steinitz por el campeonato del mundo (no
                        oficial) y a punto estuvo de arrebatarle la corona al
                        austriaco, que vio cómo ésta osciló peligrosamente en
                        su cabeza. El resultado final fue de 9'5-7'5, aunque
                        Bird tuvo opciones hasta la última partida (en la que
                        sumó una dolorosa derrota en sólo 16 movimientos). Eso
                        sí, mostró al mundo su talento al firmar varias
                        partidas de gran nivel táctico, poniendo contra las
                        cuerdas al campeón del mundo en muchos momentos. (Ver
                        tabla). No hay que perder
                        de vista que Bird fue un jugador amateur, ya que durante
                        toda su vida tuvo otra profesión: fue contable. 
                                  
                        Su carrera fue muy larga (casi 50 años), algo nada
                        habitual en aquellos tiempos, donde la esperanza de vida
                        no era muy larga. Por lo que destacó siempre, algo
                        confirmado por sus rivales, fue por su caballerosidad y
                        exquisita educación, jamás tuvo un mal gesto con un
                        rival, gozando de una gran reputación entre sus
                        compañeros de profesión. 
                                  
                        Para poder
                        juzgar su trayectoria hay que tener en cuenta que fue un
                        jugador amateur, ya que se dedicaba preferencialmente a
                        su vida laboral. Algunos otros, como Steinitz, dedicaban
                        las 24 horas al ajedrez con toda la ventaja que ello
                        supone. Su gran debilidad era un flojo conocimiento de
                        las aperturas (algo muy común en los jugadores románticos
                        y una de las razones por la que fueron desterrados por
                        la nueva generación de jugadores), lo que le llevaba a
                        improvisar en esa fase de juego, encontrando novedades
                        increíbles o estrellándose estrepitosamente con
                        errores de apreciación. Conociendo estos datos, se
                        puede analizar mejor su trayectoria, que podéis seguir
                        en el siguiente enlace: (Ver
                        Palmarés). 
                                  
                        En
                        su búsqueda por innovar, utilizó una apertura que se
                        salía de lo utilizado en aquellos años: 1.f4, huyendo
                        de las típicas e4 o d4 (existían partidas con este
                        movimiento desde siglos atrás, pero ningún jugador
                        profundizó en esta línea como lo hizo Bird). Lo que se
                        busca con este movimiento es crear presión en el centro
                        e impedir un desarrollo normal de los peones centrales
                        enemigos. Además, inventó una nueva modalidad de
                        ajedrez, con un tablero 8x10 y con dos piezas nuevas (el
                        guardia, que combinaba el movimiento de la torre y el
                        caballo, y el arquero, que combinaba el movimiento del
                        alfil y el caballo). 
                          
                                  
                        También fue un
                        prolífico escritor, con títulos como: "Chess
                        Masterpieces", "Chess Openings" y "Modern
                        Chess", así como otros libros no relacionados
                        con el ajedrez, sobre todo sobre el ferrocarril (que era
                        su campo de trabajo). 
                                  
                        Bird fue uno de los últimos jugadores con verdadero espíritu
                        romántico, época de auténticos caballeros que sólo
                        se preocupaban de crear belleza dentro del tablero, lo
                        demás, resultados o clasificaciones, era totalmente
                        secundario. 
                                  
                        En
                        definitiva, fue un jugador poco común, de gran
                        imaginación y valentía, uno de esos jugadores que
                        disfrutan con el ajedrez y que se sentían más
                        complacidos cuando jugaban una partida llena de ataques
                        y escaramuzas. A pesar de
                        su apellido, Bird no era más que un ser humano y nunca
                        pudo volar por carecer de alas, por eso tuvo que
                        aprender a volar en
                        alas de la imaginación y de ese modo pudo convertirse
                        en un ajedrecista volador, al menos cuando se sentaba
                        frente al tablero. 
                                  
                        Y es que, como he escrito en el editorial de la portada,
                        me gustaría poder resetear el ajedrez. Huir de unos
                        tiempos donde todo está analizado y donde lo que prima
                        es dominar las aperturas, dejando al talento en un
                        triste segundo plano. Muchos jugadores parecen más
                        enciclopedias que seres humanos y el ajedrez ha perdido
                        parte de su encanto. Por eso, al resetear el ajedrez,
                        habría que volver a los caminos vírgenes, a investigar
                        e improvisar, regresaría la emoción que hoy en día se
                        ha perdido casi por completo y la brillantez volvería a
                        las partidas. 
                                  
                        Sólo un juego milenario como el ajedrez, con una amplia
                        historia a sus espaldas, puede permitir la elección
                        entre varias formas de entender el juego: los románticos,
                        los pragmáticos, los hipermodernos, los científicos...
                        que cada cual escoja la que más feliz le haga y
                        disfrute de un deporte que da horas de diversión y nos
                        ayuda a desarrollar nuestra mente. 
                                  
                        Este artículo toca a su fin y la mejor manera de
                        rematarlo es volando junto a Bird en alguna de sus
                        brillantes partidas, la última es realmente bonita:
                         Javier
                        Cordero Fernández 
                        (15
                        Junio 2009)  |