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Desenmascaramiento en la URSS

Youri Averbach

( Autor : Javier Cordero Fernández - © Ajedrez de ataque ) 

          Esta historia fue contada por Yuri Averbach en su libro "Lecturas de ajedrez", en él no cita el nombre del autómata pero imaginamos que sería parecido a sus predecesores, aunque más moderno porque es de una época posterior.

          Los hechos ocurrieron durante el verano de 1937, se celebraba el "Día del ajedrecista" en el parque de cultura y descanso Max Gorki. Había muchas actividades preparadas: la proyección de la película "Fiebre ajedrecista", partidas simultaneas, torneos, competiciones blitz, concursos de composición de estudios y conferencias.

          A la entrada del parque se habían colocado unas casetas decoradas como un tablero, en cada una de ellas podía leerse: "¡Usted puede ganar un premio si vence al autómata ajedrecista!". Ante las casetas se formaron inmediatamente largas colas, en una de ellas esperaba su turno un joven llamado Yuri Averbach (que por aquel entonces tenía 15 años).

          El autómata derrotaba con increíble rapidez a todos sus rivales, movía a gran velocidad y tenía cautivado al público asistente. La máquina funcionaba de la siguiente forma: en la pared de la caseta había una esfera con dos saetas móviles y las ocho cifras (1-8) y letras (a-h) en dicha esfera (para la notación de los movimientos). El autómata no movía las fichas, sino que las jugadas que realizaba aparecían en la esfera.

          Al fin llegó el turno de Averbach, la partida fue rápida, de sólo 15 movimientos y la victoria cayó de su lado... el autómata se había dejado una torre colgada. Tras el error de la máquina, Yuri tomó la torre y el autómata no respondió a esa jugada. Tras unos segundos se escuchó un crujido en la puerta trasera de la caseta y ... salió el joven maestro moscovita Viktor Liubinski, que comenzó a explicar que las saetas se habían atascado y que por ese motivo no pudo hacer la jugada conveniente, por lo que había perdido la torre.

          Liubinski trató de volver atrás la jugada, pero tuvo que volver a meterse de nuevo en la máquina ante los abucheos y risas del público, que se dispersó al ver el engaño al que habían sido sometidos.

 

 

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