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Prólogo - Los olvidados

Por Miguel Ángel Nepomuceno

        Aunque mis ojos ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba. Aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores, no hay que afligirse. Porque la belleza siempre subsiste en el recuerdo...

(William Wordsworth)

        La historia del ajedrez es la historia de sus protagonistas. Sus partidas, sus doctrinas, su forma de entender las leyes inmutables del juego han contribuido a la evolución de un «Arte», como diría Lucena, en el que las dudas y el dudar de las propias dudas conforman el eterno bucle de su filosofía de la existencia. Sin embargo, lo que a veces se olvida, o permanece mitigado en el subconsciente colectivo, es que a la sombra de estos precursores, pioneros auténticos del juego infinito, convivían otros maestros que, sin llegar a alcanzar la gloria, rozaron los flecos de la inmortalidad.

        Como suele ocurrir en todas las facetas de la vida, quienes no lucen los oropeles de lo sublime, de «estrellas del tablero» que tachonan el firmamento escaqueado de la historia, pasan a engrosar la nómina de «talentos olvidados», esa Pléyade de maestros que han acompañado, cual ubérrimos corifeos, a quienes dejaron su huella indeleble en el proceloso camino de la gloria. De esos «talentos olvidados del ajedrez» habla este libro. Un libro que no dejaría de ser como otros muchos en los que pautadamente se entremezclan la biografía con las partidas, las anécdotas con la historia para acabar siendo uno más dentro de la ingente bibliografía ajedrecística que salpica los cerca de 1000 años de textos dedicados al ajedrez. Sin embargo la magia de su relato y la aportación indiscutible al devenir del juego lo convierten de inmediato en único, referencial y necesario.

        Cuando una lluviosa noche del mes de enero de 2017, Javier Cordero me escribió para hablarme de este proyecto que pertinazmente le arrebataba el sueño cada noche, y con esa pasión y entusiasmo que pone en todo lo que le subyuga, me iba relatando su idea de escribir un libro sobre los «talentos olvidados del ajedrez», confieso que al principio me resultó llamativo pero rápidamente me di cuenta de la enorme trascendencia que para la historia del juego tendría. Dar a conocer a los aficionados las vicisitudes, las angustias, las penalidades y miserias que muchos de estos desconocidos maestros habían padecido a lo largo de su existencia, a veces efímera y anodina, para, sin embargo, llegar a crear auténticas gemas de fantasía con la herramienta más noble que tiene el ser humano: la imaginación, me fascinó. Le animé a que lo concluyera y pronto tuve en la pantalla de mi pc, un primer borrador del texto que me cautivó al instante por lo genuino y novedoso de su contenido. Sin ser demasiado consciente de ello, Javier había conseguido escribir el primer libro en nuestro idioma, y en cualquier otro en los anales del juego, en el que las hazañas, los logros y las penurias de unos creadores geniales habían permanecido ignotas para la gran mayoría de aficionados y desapercibidos para la memoria de la historia.

        Rebuscando en bibliotecas, investigando en archivos, vaciando hemerotecas, leyendo libro tras libro, cotejando revistas o repasando entrevistas y todo lo que pudiera aportarle datos concluyentes para transitar la vida y partidas de unos maestros «menores», el autor ha conseguido reunir a un selecto grupo de estos maestros «olvidados» y perfilar en sus páginas, como un pintor sobre el lienzo, el paisaje de su existencia, de su personalidad y de sus logros como artistas.

        A lo largo de 23 equilibrados capítulos la fina pluma de Javier Cordero nos va mostrando no solo la evolución del estilo de los protagonistas sino el mundo luminoso de los grandes cafés vieneses, los humeantes antros parisinos donde el ajedrez alterna con el billar, los naipes o el dominó, o los asfixiantes centros de té ingleses, como el Procope, donde los aromas de especias de la India se diluyen en el olor de las apestosas tagarninas que los menos favorecidos apuran hasta quemarse las yemas de sus amarillentos dedos. Con delicadeza el autor nos empuja suavemente hacia las acristaladas puertas de La Régence, para mostrarnos su bullicioso interior donde si el espectador tiene la paciencia de detenerse por un momento podrá ver y observar a los jugadores de ajedrez en su cortante silencio: allí el iracundo Balzac, el melancólico Chopin, el soberbio Víctor Hugo o el vitalista Turgeniev, permanecen sentados pensativos o cabizbajos ante un mugriento tablero bajo los imponentes bustos de mirada desafiante de Diderot, Morphy, Voltaire o Robespierre.

        Con escalpelo de cirujano Cordero nos disecciona las distintas escuelas de juego: la italiana, la francesa, la romántica, la rusa, mientras nombres como Serafino Dubois, Von Kolisch, Richard Neumann, Valentine de Vere, Carl Hartlaub, Rudolf Charousek, Duras, Canal, Fox, Richter, Stolz, Rossolimo, Riumin, Ragozin, Tolush, Vitolins, Kupreichik, Nezhmetdinov o Carlos Torre, van desfilando por la pasarela de la historia dejando su legado de creativa belleza sobre las ajadas casillas de enormes tableros carcomidos. Con pulcra sobriedad sazonada por una gran dosis de detalles biográficos el autor consigue que las monótonas o fulgurantes vidas de estos, en apariencia anónimos jugadores, se imbrique en los acontecimientos sociales del momento que les ha tocado vivir y, a poco que nos lo propongamos, podremos percibir los avatares siniestros de tardes de Revolución en las que lo único que importa es mantener a cualquier precio la cabeza sobre los hombros un día más mientras unos largos y pálidos dedos empujan temblorosos las enhiestas piezas dando jaque mate a la mentira.

        El curioso lector no solo se irá familiarizando con los rostros de estos esforzados maestros a través de los numerosos dibujos y fotografías que salpican el texto, sino que captará los abigarrados ambientes de las salas de torneo, la tensión de los agotadores encuentros o los entresijos de las negociaciones de unos enfrentamientos que rezuman ingenio, imaginación y esfuerzo. Podrá así mismo seguir paso a paso el desarrollo de las luchas deleitándose con las rutilantes combinaciones de estos malabaristas del ingenio que, por alguna razón, no lograron traspasar el límite de la grandeza absoluta.

        Pero nada de todo esto que llevamos dicho sería admisible si el autor hubiera estudiado a cada uno de los protagonistas fuera de su tiempo y de su época. Toda persona ha de ser comprendida dentro del mundo que le ha rodeado, del ambiente en el que ha crecido y vivido. Sería ilógico pretender que todos y cada uno de ellos no estuvieran sometidos a la influencia de las ideas dominantes en su momento. Sin embargo, el hecho de intentar engastarlos a la luz de las circunstancias de su época no significa en absoluto aceptar a ojos cerrados esta época y la conducta de la persona objeto de estudio, algo que el autor ha logrado con elegancia y determinación.

        Trascurrida ya una quinta parte del siglo XXI, y a la luz de los conocimientos actuales de la metodología histórica, deberíamos encontrarnos en situación de analizar a estos creadores con perspectiva vital evaluando sus logros con cierto distanciamiento imparcial que le fue negado a sus contemporáneos. Este estudio paradigmático constituye, en muchos aspectos, una brillante tentativa en esa dirección.

        El lector atento advertirá, sin demasiado esfuerzo, el arduo trabajo de investigación al que su autor ha sometido a cada uno de sus protagonistas, conformando una perspectiva de su arte que jamás habríamos obtenido examinando sus obras en la tranquilidad del estudio o como simples espectadores pasivos de sus hazañas. Ese logro precisamente, es, lo que lo enriquece y diferencia de otros libros biográficos similares. Rigor, conocimientos y un sentido equilibrado del tempo han sido las premisas que han permitido a Javier Cordero escribir las páginas más hermosas de la ignota existencia de estos «maestros olvidados», con humildad, sabiduría, amor y revelación.

 

 

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