En ocasiones, aunque no es lo común, un ajedrecista se
puede comportar de forma diferente dentro del tablero y
fuera de él. Ese es el caso de Ketevan Arakhamia, que
durante toda su carrera se ha mostrado como una jugadora
táctica amante de las posiciones complicadas y del
juego agresivo, aunque fuera del ajedrez ha confesado
que prefiere una vida tranquila y familiar.
Ketevan Arakhamia nació el 16 de Julio de 1968 en
Ochamchira (Georgia, por aquel entonces URSS), país que
ha sido y es cuna de grandes jugadoras de ajedrez,
inagotable factoría que nutrió a la URSS y que sigue
dando grandes productos en la actualidad.
Nombres como Nona Gaprindashvili o Maia
Chiburdanidze catapultaron a Georgia a la
primera plana mundial del ajedrez. Su reinado como
campeonas del mundo duró la nada despreciable cifra de
29 años, aunque otras jugadoras georgianas destacaron y
pelearon por la corona mundial durante aquella época,
como Nana Alexandria o Nana Ioseliani, ambas
subcampeonas. Georgia no es un país demasiado grande,
ni en extensión ni en población, por eso sorprende la
gran cantidad de ajedrecistas que existe en esa región
del Mar Negro. Este pequeño milagro tiene su base en la
gran afición que existe por el ajedrez entre sus
fronteras, que en el apartado femenino puede tener su
origen en un curioso hecho (mencionado tantas veces por
Leontxo García): en la dote nupcial de toda mujer va
incluido un juego de ajedrez por tradición, por lo que
es posible que éste sea el país donde existen más
aficionadas al ajedrez del mundo.
Arakhamia destacó de forma precoz en el mundo del
ajedrez. Con sólo 14 años ya disputaba finales del
Campeonato Soviético femenino absoluto, para sólo un año
después convertirse en campeona nacional de Georgia.
Con 17 años confirmó estos buenos augurios logrando el
título de campeona del mundo junior, demostrando que su
paso por el mundo del ajedrez no iba a ser meramente
testimonial. Con tales resultados, ante ella se abría
un esperanzador porvenir en el tablero... el cual,
adelantándonos a los acontecimientos, diremos que no
llegó a cumplirse en la medida que se esperaba.
La etapa juvenil había quedado atrás, pero sus
prestaciones siguieron siendo excelentes. En 1987 tuvo
su primer acercamiento al Campeonato del mundo femenino;
el camino hacia la corona mundial era siempre el mismo:
primero había que superar los zonales de cada región,
para luego obtener una buena clasificación en un
Interzonal (torneos especialmente duros), lo que daba
plaza para el codiciado torneo de candidatas, antesala
de la final. Arakhamia finalizó en 3ª posición en su
primer Interzonal, gran resultado que le permitió
participar en su primer torneo de candidatas con sólo
20 años. SIn embargo, el torneo de candidatas
resultó un escollo demasiado demasiado duro para
nuestra protagonista, que ocupó uno de los últimos
lugares sin pelear en ningún momento por los primeros
puestos. Esta sería la tónica habitual durante su
carrera: grandes actuaciones en los torneos Interzonales
(como sus triunfos en 1993 y 1995) y resultados
desastrosos en los torneos de candidatas, motivo por el
cual las puertas que conducían a la corona mundial se
cerraron con estrépito para ella. Veamos la clasificación
de uno de sus triunfos en un Interzonal, prueba de la
dificultades a las que se tenían que enfrentar las
candidatas a la corona mundial: Jakarta
1993.
En 1990 Arakhamia saboreó las mieles del éxito:
consiguió su segundo título de campeona de Georgia (Ver
tabla) y logró ser
campeona absoluta de la URSS. Ese mismo año participó
en sus primeras Olimpiadas enrolada en el equipo soviético.
Su actuación en la Olimpiada fue excepcional, logrando
sumar 12 puntos en las 12 partidas que disputó como
tablero reserva (con un rendimiento de 2.935 puntos
Elo). Evidentemente, logró la medalla de oro en su
tablero y la de plata en la clasificación general, ya
que las soviéticas se vieron superadas por Hungría,
selección catapultada por la fuerza imparable de las
tres hermanas Polgar. Arakhamia participaría en 4
Olimpiadas más (1994, 1996, 1998 y 2002), todas ellas
representando a Georgia, en las que logró dos medallas
de oro y una de bronce a nivel de selección y dos
medallas de bronce a título individual como tercer
tablero.
Pero otro aspecto sobresalía, ya desde sus inicios,
incluso por encima de sus resultados: su estilo de juego
aguerrido e inconformista. Realmente sus partidas llaman
la atención, en ellas siempre se encuentra una
determinación constante por complicar la posición,
siempre realizando jugadas molestas para su rival o
tensando la cuerda con atrevidas avalanchas realizadas
con los peones de su propio enroque. Con un ajedrez
divertido y lleno de riesgo, las posiciones complejas se
suceden en cada uno de sus torneos, luchas rematadas con
brillantez en muchas ocasiones. Esto no es muy común
en el ajedrez actual y mucho menos en el ajedrez
femenino, lo que convierte a Arakhamia en un caso
especial, una jugadora con un pensamiento que se
desmarca de las tendencias tan claramente marcadas.
La década de los 80 había pasado y la de los 90 comenzó
de forma convulsa: en 1991 la URSS se disolvió y varios
países, entre ellos Georgia, obtuvieron la
independencia. Este cambio en el mapa de Europa supuso
el comienzo de una nueva vida para muchos ciudadanos de
la antigua Unión Soviética. Para los ajedrecistas
supuso la aparición de nuevas oportunidades, ya que
ahora podían viajar de forma libre y participar en
torneos en el extranjero. Arakhamia aprovechó la
oportunidad para participar en distintos torneos
abiertos por toda Europa. Este tipo de torneos
representan una gran oportunidad para los ajedrecistas
que no pueden acceder a la élite: permite competir con
asiduidad y poder subir Elo con rapidez, así como la
posibilidad de conseguir unos ingresos extra sin la
necesidad de esperar con ansiedad una invitación de los
organizadores. Para Arakhamia también supuso poder
participar en competiciones mixtas, algo totalmente
necesario para poder mejorar de forma consistente.
Y sus resultados fueron francamente positivos, lo que le
permitió conseguir el título de Maestro Internacional
en 1993. Sin embargo, Arakhamia fue incapaz de dotar de
una cierta regularidad a su juego, alternando buenas
actuaciones con otras en las que no consiguió estar en
las partes altas de las clasificaciones. Podéis
consultar su trayectoria en el siguiente enlace: Ver
palmarés.
En 1996 dio un giro radical a su vida familiar al fijar
su residencia en Escocia tras casarse con el ajedrecista
Jonathan Grant. Desde entonces ha contado con doble
nacionalidad, lo que le ha permitido participar en los
campeonatos de Escocia y de Gran Bretaña. Sin embargo,
esta nueva situación también supuso una disminución
de su actividad en el tablero, caminando lentamente
hacia una vida más familiar. Entre torneo y torneo el
tiempo fue transcurriendo y Ketevan se tuvo que
enfrentar a una decisión trascendental que siempre
termina llegando en la vida de una persona: la
maternidad. Para una ajedrecista, que habitualmente pasa
muchos meses fuera de casa participando en torneos y que
dedica muchas horas al día a su preparación, tener
un hijo significa renunciar a gran parte de su nivel
competitivo, por lo que siempre resulta una decisión
complicada de tomar. Arakhamia comprendió que el
momento de ser madre había llegado y en el año 1999
tuvo una hija, la cual, por cierto, no se ha inclinado
por el ajedrez una vez que ha tenido edad para iniciarse
en alguna actividad, sino que lo ha hecho por la
pintura. Esta nueva situación alejó irremediablemente
del ajedrez a nuestra protagonista durante dos años.
Como es lógico, su nivel competitivo bajó tras su
maternidad al no disponer de tiempo suficiente para
dedicar a su preparación. El ajedrez había pasado a un
segundo plano en la vida de Arakhamia, siendo las
responsabilidades familiares el pilar central de su
existencia. Un caso similar ocurrió con Judit Polgar,
que llegó a estar entre los 10 mejores del mundo, pero
que tras su maternidad ha bajado varios escalones en su
juego. A pesar de todo, Arakhamia ha seguido demostrando
su calidad a lo largo de estos años, logrando 4
campeonatos británicos femeninos (llegando a ser
subcampeona del país a nivel absoluto en 2006) y varios
de Escocia (siendo campeona absoluta del país en 2011),
así como la medalla de bronce en el Campeonato de
Europa femenino de 2001. Su trayectoria, siempre
salpicada por algún triunfo, recibió el máximo premio
al que puede aspirar un ajedrecista: el título de Gran
Maestro, galardón que le fue concedido en 2009. De
todos modos, desde su maternidad Arakhamia se limitó a
competir sobre todo en Gran Bretaña, reduciendo drásticamente
sus participaciones a nivel internacional. A día de
hoy, sólo juega competiciones por equipos o algún
torneo de veteranos.
Con una forma de jugar valiente y admirable, Ketevan
Arakhamia ha conseguido dejar su sello personal dentro
del ajedrez actual. Su tiempo parece haber pasado y sus
posibilidades de brillar se evaporaron en aquellos
lejanos ciclos de candidatas. Sin embargo, sus
combinaciones permanecen esperando de forma paciente a
que el aficionado al ajedrez las descubra y de ese modo
poder conocer a una georgiana capaz de desatar tormentas
dentro de un tablero de ajedrez.
Javier
Cordero Fernández
(9
Agosto 2014)
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