Kupreichik desató en esta partida todo su genio y
produjo una joya sensacional. Los alfiles blancos son la
llave para resolver el misterio de esta partida, apuntan
directamente a la cabeza del rey negro... sólo hay que
destrozar la línea defensiva enemiga y los alfiles
serán como puñales. Como es evidente, un jugador como
Kupreichik no iba a dejar pasar una oportunidad como
ésta y consiguió abrir huecos en el enroque rival a
base de combinaciones. Esta partida es un gran ejemplo
de cómo y cuándo atacar en ajedrez.
Arthur
Jussupow era una de las grandes promesas soviéticas y
estaba a punto de eclosionar, algo que haría en los
ciclos de candidatos unos años después. Sin embargo,
en Minsk se encontró con rivales realmente fuertes que
le frenaron en seco.
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