A principios del siglo XX todavía se recordaba con añoranza
la época romántica y el público siempre ardía en
deseos de ver partidas con golpes tácticos y bellas
combinaciones. Los tiempos donde se premiaba la belleza
y se abucheaba a los jugadores cobardes habían quedado
atrás, pero todavía se sabía reconocer una gran
partida allí donde se produjese.
Esto ocurrió con la última jugada de Marshall en esta
partida, sin duda una de las más sensacionales de la
historia del ajedrez. Situar la dama
al alcance de dos peones enemigos es algo irrepetible y
rebosante de genialidad. Marshall había calculado con
exactitud, cualquier jugada de las blancas sólo
conducirá a una rápida victoria para las negras.
La posición final es realmente curiosa, con la dama y
la torre situadas 'sobre' el enroque, todo gracias a la fértil
imaginación de un jugador que siempre se movió a la
perfección en las dificultades tácticas.
Viñeta
de Andrés Guadalupe (Ajedrez
con humor) que representa la partida como
una obra de arte
Por aquel entonces Breslau ya pertenecía a Polonia y no
a Alemania, por lo que Levitsky jugaba entre su
público, que le apoyaba en todo momento. A pesar de
ello, cuando Marshall hizo su último movimiento el publico reaccionó con
entusiasmo. Tras unos instantes de silencio, los
aficionados polacos se pusieron en pie y brindaron una
gran ovación al estadounidense, rindiéndole un curioso
homenaje al empezar a lanzar
monedas de oro sobre el tablero (rublos de oro y marcos
y coronas austriacas). Por tanto, Marshall,
además de haber creado una partida que transcendería
la barrera del tiempo, se embolsó una considerable suma
de dinero. Esta historia es totalmente verídica, ya que
fue confirmada por Marshall en su libro autobiográfico "My
fifty years of chess".
Sin ningún género de duda estamos ante una de las jugadas más geniales
de la historia del ajedrez, Marshall tenía otras
opciones que conducían a la victoria, pero eligió la
más bella siguiendo fielmente al instinto artístico
que llevaba fuertemente arraigado en su interior.
Marshall era un artista y como tal veía el ajedrez como
un deporte en el que la belleza siempre está
presente... sólo hay que buscarla, aunque sea tan
complicado encontrarla. Curiosamente,
una foto de la partida ha llegado hasta nuestros días |