El ajedrez del siglo XXI está cada vez más
influenciado por el uso de los programas. Se busca la
perfección, pero no la perfección estética sino la técnica,
partidas sin errores, crear planes que estrangulen la
posición poco a poco, huyendo de cualquier tipo de
riesgo en un juego frío y calculador. Por eso, de vez
en cuando es recomendable refrescarse echando un vistazo
al ajedrez de otros tiempos, un ajedrez más alocado,
donde no se tomaban precauciones, con jugadas capaces de
poner los pelos de punta, combinaciones que hacían
saltar por los aires posiciones ya de por sí
complicadas.
Blackburne
jugando a la ciega (imagen sacada de la web Chess
Archaeology)
Y una buena forma de explorar un ajedrez diferente es
acercarse a las partidas de Joseph Henry Blackburne,
donde encontraremos una constante sucesión de golpes
violentos y una forma de jugar manteniéndose siempre
entre la espada y la pared. En las simultáneas a la
ciega mantenía ese estilo furioso, tomando riesgos
inconcebibles y buscando situaciones complicadas...
parece que pretendía que las partidas no fuesen largas,
que siempre finalizasen, para bien o para mal, en el
medio juego, ya que sabía que las partidas largas le
podían pasar factura en sesiones tan exigentes. Prácticamente
en cada partida dejaba su rey expuesto, sin importarle
desmantelar su enroque como restos de una casa que
sirviesen para encender una gran hoguera con la que
iluminar su siguiente ataque. Y todo ello lo hacía sin
ver el tablero, lo que revela una capacidad
extraordinaria para jugar en una modalidad tan
complicada. Blackburne era un genio y genial es su
legado:
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