Rousseau
y el ajedrez como tortura
( Autor : Javier
Cordero Fernández -
© Ajedrez de
ataque )
Muchas
personajes históricos se vieron seducidos por el
ajedrez y alguno de ellos, como Tolstoi, el Che Guevara
o Bogart, llegaron a adquirir un nivel de juego
respetable pese a ser sólo unos aficionados. Pero no
todas estas historias han tenido ese denominador común,
hay casos en los que el ajedrez representó una tortura
llena de frustraciones, como lo fue para el genial Jean
Jacques Rousseau.
Hablar de la vida de Rousseau podría llevarme varios
artículos, así que me limitaré a hacer una breve
semblanza de su pensamiento. Jean Jacques Rousseau fue
un pensador diferente, un adelantado a su época con una
mente rebosante de ideas originales. Durante la Revolución
imperó el racionalismo, es decir, cada decisión que se
tomaba en la vida debía estar basada en la razón. Pero
Rousseau mostró otra vía de pensamiento más pasional:
el hombre debía guiarse, sobre todo, por el corazón y
el sentimiento. En definitiva, el hombre no debía
olvidar su faceta humana... algo que podría aplicarse
al ajedrez actual, donde se está tendiendo hacia
estilos de juego artificiales bajo la influencia de los
programas. Rousseau siempre se mostró muy crítico con
sociedad de la ilustración, lo que le granjeó la
antipatía de las autoridades. Pese al acoso del
gobierno, Rousseau siempre se mantuvo fiel a sus ideas
que reflejó en multitud de obras.
La
tempestuosa relación de Rousseau con el ajedrez
Rousseau aprendió a jugar al ajedrez a una edad tardía,
a pesar de que él comentaba que lo hizo durante su
juventud. Los datos de la creación del café de la Régence,
donde acudía a jugar y donde descubrió el ajedrez, nos
dicen que esto debió ocurrir cuando tenía unos 40 años.
El encargado de enseñarle los misterios del ajedrez fue
el señor Bagueret, un aficionado no muy fuerte que acudía
al café. En un principio el maestro otorgaba torre de
ventaja a su pupilo, pero Rousseau progresó con gran
rapidez y al poco tiempo era él el que daba torre de
ventaja a su maestro.
El ajedrez caló profundamente en el espíritu del
pensador, tanto, que llegó a convertirse en una
verdadera obsesión. Su principal propósito era mejorar
su juego y regresar al café de la Régence en busca de
victorias y laureles. Para ello tomó una decisión drástica,
se compró un juego de ajedrez y una edición del famoso
libro de Gioachino Greco, y se encerró en su habitación
a estudiarlo día y noche. Así estuvo durante la
friolera de 3 meses; cuando creyó que había
comprendido lo que Greco quería transmitir a través de
sus escritos salió de la habitación, demacrado y pálido,
para dirigirse al café... el resultado no fue el
esperado.
A pesar del esfuerzo, el juego de Rousseau no mejoró y
en su regreso al café no se encontró más que con una
derrota tras otra. Para entender su experiencia con el
ajedrez lo mejor es recurrir a sus propias palabras,
extraídas de su libro 'Confesiones': "Al
cabo de dos o tres meses de excesivo trabajo y de
esfuerzos inimaginables, voy al café, delgado, amarillo
y casi atontado. Allí jugué con el señor Bagueret (su
maestro): me ganó una, dos, veinte veces; se habían
embrollado tantas combinaciones en mi mente, y mi
imaginación se había ofuscado de tal manera, que no veía
más que una nube delante de mí".
Pero esta frustrante experiencia no minó la determinación
de Rousseau, que demostró una gran tenacidad y volvió
a intentar progresar en el intrincado mundo del ajedrez
a través del estudio. En dos ocasiones más repitió la
experiencia de encerrarse en sus aposentos sólo acompañado
de un tablero y un libro, una con la obra de Philip
Stamma y otra con la de Philidor. En ambos casos obtuvo
el mismo nulo resultado. Al menos se lo tomó con cierto
humor: "Cuando me veían salir de mi cuarto,
parecía un desenterrado, y de haber seguido así no
hubiese permanecido sin enterrar durante mucho
tiempo".
Rousseau siempre fue consciente de sus limitaciones y
las asumió muy a su pesar. Todo el esfuerzo que invirtió
no dio el resultado que pretendía, volvamos a sus
confesiones y conozcamos como vivió esta situación: "Aunque
estuviera ejercitándome durante siglos, siempre acabaría
por poder dar la torre a Bagueret y nada más".
Tal vez Rousseau se puso unas metas excesivamente altas,
triunfar en el Café de la Régence estaba reservado sólo
a los más grandes del tablero, no olvidemos que en
aquella época acudían allí los mejores jugadores del
mundo.
En el café
de la Régence se reunían todo tipo de
intelectuales y políticos. Rousseau solía jugar con
asiduidad con Denis Diderot, al que solía vencer
siempre. Diderot trataba de convencer a su adversario
para que le diese ventaja, a lo que éste siempre se
negaba. Tras la petición Rousseau le solía preguntar:
"¿Sufrís perdiendo?", a lo que Diderot
contestaba, "No, pero me defendería mejor y vos
gozaríais más", "Puede ser, pero
dejemos las cosas como están". Parece que el
bueno de Rousseau no tenía mucha confianza en su juego,
ya que era muy habitual que en el café el jugador más
fuerte diese algún tipo de ventaja al más débil.
Luis
Francisco de Borbón-Conti y Denis Diderot
La
pasión de Rousseau por el ajedrez y las visitas al café
se vieron interrumpidas en el año 1762, cuando escribió
su polémica obra "Emilio". Las autoridades
confiscaron la mayoría de copias de este libro y las
quemaron frente al Palacio de justicia. Además se emitió
una orden de captura contra él, por lo que se vio
obligado a huir del país para refugiarse en Suiza.
En 1767 continuó viaje hacia Inglaterra, donde fue
acogido por Luis Francisco de Borbón, príncipe de
Conti. Allí volvió a escribir y su espíritu pudo
renacer. El príncipe de Conti era muy aficionado al
ajedrez y le pidió a su invitado que disputasen una
partida. Rousseau accedió y obtuvo el triunfo,
repitiendo resultado en la revancha... y lo hizo muy a
su pesar, ya que no quería ofender a un personaje tan
importante que le había ofrecido su protección. En
'Ajedrez de ataque' he publicado una de esas partidas,
donde Rousseau barrió del tablero a su ilustre
contrincante: Rousseau
- Conti. También podéis consultar
alguna partida más de Rousseau de las pocas que han
llegado hasta nuestro días: Partidas
de Rousseau.
En 1770 Rousseau pudo volver a París y rápidamente
retomó sus visitas al café de la Régence... cuando el
virus del ajedrez se mete en tu cuerpo no existe ningún
remedio que pueda detener la 'enfermedad'. Y es que
Rousseau fue un verdadero apasionado del ajedrez, aunque
también lo fue de los juegos de azar donde se podían
cruzar apuestas, eso sí, el ajedrez siempre tuvo un
sitio preferencial: "El ajedrez, en el que no se
juega nada, es el único juego que me entretiene".
Esta
es la historia de la tortuosa relación de Jean Jacques
Rousseau con el ajedrez, la cual a punto estuvo de
costarle la salud, pero que le dio incontables horas de
diversión. Así qué, no os desaniméis si en un
principio os cuesta profundizar en las estrategias del
ajedrez, una mente clarividente y brillante como la de
Rousseau no consiguió penetrar en sus misterios, pero
supo disfrutar de todo lo bueno que este deporte ofrece.
Javier
Cordero Fernández
(29
Junio 2011)
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