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La belleza en ajedrez

Fotografía de un bello paisaje. Se ven unas montañas al fondo y en primer plano un río rodeado de árboles y hierba muy verde.

( Autor : Ramón Rey Ardid - Publicado originalmente en La Vanguardia )

            El hombre busca siempre la belleza en todas sus obras, por lo cual nada tiene de extraño que la busque también en la partida de ajedrez. Pero observemos que el sentimiento de lo bello depende más de nuestra propia sensibilidad que de las cualidades del objeto observado. Una cosa es bella cuando nos impresiona agradablemente, y, por el contrario, es antiestética cuando nos desagrada su contemplación. Como el grado de sensibilidad varía mucho de unos hombres a otros ocurre muchas veces que un espectáculo provoca en quienes lo contemplan sensaciones distintas, y aún opuestas. Pero a pesar de esta diversidad de apreciaciones hay cosas que son tenidas y admiradas por bellas por la generalidad de los mortales. ¿Cuáles son éstas? Las más perfectas; la perfección es un importante factor de belleza, de tal modo que difícilmente despertará emoción estética un objeto que no presente al menos un atisbo de perfección. Esto es lógico desde el momento que admitamos que una cosa nos parece bella porque despierta en nosotros la imagen del «ideal» que habíamos forjado, y en cuya elaboración ha intervenido en mucho el factor corrección, perfección, exactitud. Aplicando estas consideraciones al ajedrez, ¿qué partidas despertarán en nosotros la sensación de belleza? Evidentemente, las más perfectas, es decir, aquellas en cuya elaboración se han cumplido con mayor exactitud las reglas estratégicas, y en las que se ha llegado al fin apetecido (la victoria, las tablas) por el camino más directo.

            Existen muchos matices de belleza: la vista de una montaña nevada cuyas cimas se alzan hasta las nubes; la contemplación de una futura tempestad; la descripción dantesca del infierno; un prado en floración, una mujer hermosa, un rasgo de altruismo, etc., etc., despiertan en nosotros impresiones de belleza, pero icuán distintas unas de otras! Para expresar todos estos matices se han creado tantos otros vocablos: bello, magnífico, grandioso, noble, brillante, sublime, etc., que no son sino otras tantas modalidades de la expresión estética. Así decimos que la inteligencia es sublime; el ingenio, bello; la audacia, grandiosa; la rectitud, noble; la precisión, admirable. Una partida de ajedrez puede despertar en nosotros estas diversas sensaciones, pues en ella intervienen la inteligencia, el ingenio, la audacia, etc., etc. Y, sin embargo, las partidas que más gustan suelen ser las brillantes; es decir, aquellas en cuya realización ocurre que uno de los ejércitos entrega una o varias piezas para conseguir la victoria, lo cual se explica por la sensación de contraste que despiertan en nosotros, ya que los procedimientos que en ellas vemos triunfantes están en pugna con los procedimientos clásicos; como de ordinario e l bando que pierde piezas suele perder la partida, nos maravilla y asombra el ver a un jugador que, a pesar de entregar piezas logre vencer a su adversario; es la misma impresión que experimentamos al contemplar una audaz obra de ingeniería, como un puente que se sostiene sobre columnas inverosímiles o una 'escalinata' que no se derrumba a pesar de su falta de bóveda, o una torre que no se desploma a despecho de su inclinación.

Primer plano de Rey Ardid. Foto que data de su juventud

            Sin negar la legitimidad de tales sensaciones de belleza, que también nosotros hemos experimentado sobre todo cuando comenzábamos a estudiar el ajedrez, habremos de reconocer que en la partida hay factores de belleza que no radican precisamente en la brillantez; es más, hay factores estéticos sin los cuales la brillantez tiene escaso valor, como ocurre con la precisión, la corrección y la profundidad. 

            Un sacrificio incorrecto o demasiado obvio o poco exacto, perderá toda su belleza. Este somero análisis de la cuestión nos ha puesto en presencia de los verdaderos factores de la belleza en ajedrez; precisión, corrección, profundidad; claro está que si a ellos se agrega la emoción del sacrificio, entonces la belleza sube de punto y crece nuestra admiración; ¡pero son tan pocas las partidas brillantes que resisten a un cuidadoso análisis! Es más, hay partidas brillantes que tienen menos belleza que algunas sólidas partidas de posición, pues mientras en aquéllas los errores graves de uno de los jugadores dieron lugar a que el otro decidiese rápidamente el juego a su favor mediante varias entregas de piezas, en éstas, por el contrario, la ausencia de jugadas brillantes no significa otra cosa sino que los errores fueron mínimos y para aprovecharlos fueron precisas las más sutiles y profundas maniobras que encerrarán una belleza mucho más depurada y exquisita.

            A muchas consideraciones se presta este tema tan sugestivo, pero el apremio de espacio me obliga a suspenderlas para reanudarlas más adelante. Ilustro este artículo con dos bellas partidas que presentan dos matices distintos de belleza. La de Rubinstein, por su brillantez y elegancia, maravillará seguramente a los lectores que no la conozcan, y la de Bogoljuboff constituye un ejemplo de precisión y de lógica que también despierta una viva impresión de belleza aun sin contener ninguna maniobra brillante.

Rotlewi, Georg - Rubinstein, Akiba

V Torneo nacional ruso, Lodz 1907

1.d4 d5 2.Cf3 e6 3.e3 c5 4.c4 Adoptando una variante simétrica con la cual el blanco no puede aspirar a ninguna ventaja. Más enérgico es el sistema llamado Schlechter-Rubinstein, que consiste en las siguiente jugadas 4.cxd5 exd5 5.Cc3 Cc6 6.b3 Cf6 7.Ab2 cuyo objetivo es dejar aislado el PD negro y concentrar sobre él todas las fuerzas 4...Cc6 5.Cc3 Cf6 6.dxc5 Axc5 7.a3 a6 8.b4 Ad6 9.Ab2 0–0 Las negras interrumpen el juego simétrico 9...dxc4 10.Axc4 b5 11.Ad3 Ab7 para no colocarse en situación desventajosa después de 12.Ce4! 10.Dd2 Sin objetivo claro; era preferible 10.Ad3 o 10.cxd5 10...De7 11.Ad3 dxc4 12.Axc4 b5 13.Ad3 Td8 14.De2 Ab7 15.0–0 Ce5 16.Cxe5 Axe5 Amenazando ganar un peón por medio de Axh2+ 17.f4 Ac7 18.e4 Las blancas parecen haber vencido las dificultades de su posición, pero el genial Rubinstein se dispone a aprovechar las diagonales abiertas con sus poderosos alfiles, realizando a base de ellas una de las combinaciones más profundas que se han concebido ante el tablero 18...Tac8 19.e5 Ab6+ 20.Rh1 Cg4 El primer síntoma grave; el blanco no puede jugar Dxg4 a causa de Txd3 seguido de Td2 21.Ae4 Dh4 22.g3 [22.h3 Txc3 23.Dxg4 ( 23.Axc3 Axe4 24.Dxe4 Dg3 25.hxg4 Dh4#) 23...Dxg4 24.hxg4 Axe4 25.Axc3 Td3 ganando una pieza] 22...Txc3 Obsérvese que las cuatro piezas negras están 'en prise' 23.gxh4 Td2 24.Dxd2 Axe4+ 25.Dg2 Th3  Esta es una de las joyas ajedrecísticas de los tiempos modernos 0–1

Bogoljubow, Efim - Reti, Richard

Berlin 1928

1.d4 Cf6 2.c4 e6 3.Cf3 d5 4.Ag5 c6 5.e3 Ab4+ 6.Cbd2 h6 7.Axf6 Este cambio es forzado, pues si  7.Ah4 (o Af4) g5 8.Ag3 g4 y el blanco pierde un peón (no una pieza como se lee en algunos libros), después de 9.a3 Aa5 10.b4 gxf3 11.bxa5 fxg2 12.Axg2 Dxa5 7...Dxf6 8.a3 Aa5 9.Ad3 Cd7 10.0–0 0–0 11.e4 dxe4 Las negras no pueden liberar su juego por medio de 11...e5 12.b4 Ab6 ( 12...Ac7 13.exd5 exd4 14.dxc6 bxc6 15.Ce4 Df4 16.g3 seguido de Cxd4) 13.dxe5 Cxe5 14.Cxe5 Dxe5 15.Cf3 Dh5 16.exd5 cxd5 17.cxd5 y es evidente que el PD blanco no puede capturarse 12.Cxe4 De7 13.De2 Ac7 14.Tfe1 b6 Visto que el avance del PR se les hace imposible, las negras intentan la liberación de su juego por c5, lo que también es impedido por su adversario 15.b4 Td8 si 15...c5 16.dxc5 bxc5 17.bxc5 y si ahora 17...Cxc5 18.Cxc5 Dxc5 19.De4! 16.c5 Cf8 17.Tac1 Cg6 18.g3 Ad7 19.Ced2 Cf8 20.Ae4 bxc5 Si 20...b5 21.d5! cxd5 (si 21...exd5 22.Ah7+!) 22.Axd5 y el PAD blanco pasado decide el juego 21.dxc5 Tac8 22.Da6 Ab8 23.Cc4 Ae8 24.Ca5 Dc7 25.Cb7! Forzando con suma elegancia la ganancia de material 25...f5 Las negras se defienden ingeniosamente, buscando la continuación que les proporcione más esperanzas de contraataque; 25...Td7 hubiese revelado una inútil obstinación 26.Cd6 Tcd8 27.Cxe8 seguido de Axc6 26.Ac2 Ah5 27.Cxd8 Axf3 28.Cxe6 Cxe6 29.Txe6 Ad5 30.Te7 Dxe7 31.Dxc8+ Df8 32.Dxf5 Dxf5 33.Axf5 Ae5 34.Te1 Ac3 35.Te7 Esta colosal partida, bella y exquisita, tiene en sus líneas tal elegancia y severidad que recuerda muy vivamente el arte griego. Si comparásemos la impresión estética que nos produce esta obra con la que nos proporciona la precedente, podríamos decir que ésta es bella como el mar en calma, mientras que aquélla es sublime como una tempestad 1–0

Dr. Ramón Rey Ardid

La Vanguardia 23 Diciembre 1932

 

 

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