Una de las principales cualidades de los programadores
que han diseñado las computadoras de ajedrez ha sido su
constancia para ir puliendo todos los errores de sus
creaciones. En un principio fueron muchos y de gran
importancia, aunque desde hace años son casi
inexistentes, logrando que el juego de los programas
haya llegado a ser sorprendente. Detrás de esta situación
hay un descomunal trabajo llevado a cabo durante
décadas, no en vano el ajedrez ha sido un campo de
experimentación que ha dado resultados que se han
aplicado en otras ramas de la tecnología.
No hace mucho su gran laguna parecía ser la táctica,
aunque la proliferación de programas que dominan este
aspecto del juego ha enterrado este defecto. Los
programas ya son capaces de combinar, de saber valorar
el hecho de que un enroque destrozado es una gran
desventaja o de dar valor a la actividad de las piezas.
Cada vez son más humanos. Aunque lo que tal vez nunca
lleguen a dominar son los sacrificios intuitivos, esos
que brotan del fondo del estomago y que nos dicen que,
aunque parezca lo contrario, la posición es prometedora
y ¡tenemos ataque!
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