Todos los deportes tienen sus 'chicos
malos'. A veces se trata sólo de una pose para buscar más
notoriedad, aunque en otras ocasiones simplemente es mal
carácter o un exceso de energía que aflora de forma
violenta. Nuestro protagonista se puede encuadrar dentro
de este segundo grupo, y no es otro que Walter Shawn
Browne, jugador de origen australiano que más tarde jugó
bajo bandera estadounidense.
Walter Browne tenía un talento innegable para el
ajedrez, algo que demostró desde la adolescencia. Por
su carácter díscolo, que afloró pasada la niñez, no
fueron pocos los que le relacionaron con Bobby Fischer.
Desde sus primeros pasos en el tablero se mostró como
un jugador hipercompetitivo, con una desbordante energía
que emanaba de cada poro de su piel y que trasladaba a
sus partidas.
Su estilo de juego, al igual que su carácter, era
agresivo (contradiciendo al bueno de William
Winter). Como jugador siempre prestó una
especial atención a su preparación teórica, volviéndose
un verdadero experto en sus aperturas preferidas. Otro
rasgo de su carácter era una desmedida confianza en si
mismo y en sus posibilidades, por lo que siempre se
mostró ambicioso y deseoso de competir.
Su carácter problemático comenzó a aflorar durante
sus primeros años en el ajedrez... muy ilustrativa es
la siguiente anécdota: con 14 años se encontraba
disputando un torneo, competición que no era suficiente
para agotar su energía, por lo que, cuando finalizaba
su partida, jugaba otras partidas en el sótano del
edificio de forma clandestina. Cuando regresó de una de
esas partidas 'a escondidas', la ronda había comenzado
y había pasado gran parte del tiempo estipulado para la
disputa de la partida. Browne perdió los estribos, cogió
el reloj y lo lanzó con furia contra el tablero,
haciendo añicos varias piezas. Una explosión violenta
que mostraba un temperamento terrible e irascible.
Walter
S. Browne
Para el joven Browne el ajedrez era una verdadera obsesión.
Con 13 años llegó a jugar 50 partidas por
correspondencia a la vez... lo extraordinario es que lo
hizo en los pocos ratos libres de que disponía: durante
las comidas o mientras se desplazaba, bien caminando o
en metro, por lo que en la mayoría de ocasiones lo que
en realidad estaba haciendo era jugar a la ciega.
Curiosamente, Browne tuvo un gesto parecido al que tuvo
en su día Bobby Fischer, algo por lo que fue comparado
con él: abandonó la escuela y rechazó de plano lo que
el sistema educativo le pudiese ofrecer. Sus ideas a
este respecto eran claras y contundentes: "Si
tienes una mente fuerte, no necesitas la escuela. La
escuela es para las masas, no para los genios. No tengo
tiempo para el ajedrez, el poker y la escuela".
El perfil de 'Bad boy' que Browne mostraba se fue
acentuando debido a su estilo de vida. Su mente no sólo
estaba centrada en el ajedrez, sino que era un asiduo
jugador de poker y, en menor medida, de backgammon. Su
forma de vivir sólo puede considerarse como alocada, ya
que en ocasiones jugaba torneos de ajedrez por el día y
torneos de poker por la noche, por lo que no dormía
nada o apenas unas pocas horas. Evidentemente, ese ritmo
tenía que terminar afectándole tarde o temprano, como
le ocurrió en el campeonato de Estados Unidos junior,
donde perdió la partida inaugural por
incomparecencia... al quedarse dormido tras haber pasado
toda la noche jugando al poker.
Como ocurre en la actualidad, el poker era un reclamo
económico que daba la posibilidad a los ajedrecistas de
embolsarse importantes sumas que ni por asomo ganarían
en el tablero. De este modo, el joven Browne ganó más
de 10000 dólares en dos años de torneos de poker, una
pequeña fortuna para aquella época.
Un estilo de vida como el que Browne había escogido no
se adapta de ninguna manera a un deporte tan exigente
como el ajedrez... y llegó el día en que se dio cuenta
de ello: durante una partida se dejó la dama en una
jugada absurda y cayó derrotado en pocas jugadas;
a partir de ese momento decidió cambiar sus hábitos.
Las derrotas en una partida ajedrez son demasiado
demasiado dolorosas como para regalarlas con errores
garrafales debido al cansancio. De ese modo, Browne
decidió espaciar sus apariciones en torneos de poker,
tratando de que no interfiriesen con los torneos de
ajedrez en los que participaba.
Para Browne el poker simplemente era dinero rápido, su
gran pasión siempre fue el ajedrez. Y su obsesión era
ser el mejor, el número 1 mundial. Pero el camino hacia
la cumbre es largo y complicado, lleno de inclemencias.
Lo más difícil, y más en aquella época, era lograr
la notoriedad necesaria para poder recibir las
invitaciones de los grandes torneos. Para lograrlo,
Browne hizo todo lo humanamente posible. Por ejemplo,
dio una gira maratoniana por varias ciudades
estadounidenses donde ofreció sesiones de simultáneas.
Los números de este viaje son realmente sorprendentes:
en dos meses recorrió un total de 15000 millas,
disputando 2000 partidas y embolsándose la nada
despreciable suma de 15.000 dólares.
Su energía parecía inagotable, lo que le llevaba a
realizar gestas extravagantes: En una sesión de simultáneas
logró derrotar a 29 jugadores ¡¡en 45 minutos!!, lo
que da una media de minuto y medio por partida... una
forma de jugar similar a una oscura tarde de tormenta eléctrica.
La idea de poder acceder a los torneos de élite era
casi una obsesión. Con 19 años ganó 3500 dólares en
un torneo de poker y decidió invertirlos en su porvenir
en el mundo del ajedrez. Para ello, cruzó el Atlántico
en dirección a los torneos europeos; la meta no era
otra que la búsqueda de notoriedad y de gloria. Este
viaje, que le llevó por distintos países, fue muy
positivo y le sirvió para adquirir experiencia y
conocer mundo. Pero, como no puede ser de otra forma, el
dinero se agotó y Browne se vio abocado a una situación
complicada, malviviendo, sin apenas poder comer y sin
dinero para regresar a casa. Las situaciones complicadas
exigen medidas enérgicas y Browne dio muestras de
su carácter: retó a los 4 mejores jugadores de
Dinamarca a un match individual y logró derrotarles a
todos. Con las ganancias se pudo costear el viaje de
vuelta a Estados Unidos, lo que ocurrió en 1968.
Todo ese esfuerzo no fue en vano. Su fama le precedía,
tanto por su juego como por su carácter, lo que atrajo
la atención de los organizadores de torneos, que
empezaron a incluirle en sus listas. Sus resultados
siempre fueron muy desiguales, alternando actuaciones
discretas con otras que estaban a la altura de los
Grandes Maestros más fuertes del planeta. Su triunfo más
sonado lo logró en Wijk aan Zee (1975), desplegando un
juego de gran nivel ante una dura competencia. Podéis
ver uno de sus
triunfos en este torneo,
muy representativo de su estilo, y la tabla
final del torneo.
Pero
la fama, más allá de su juego, le había llegado por
su comportamiento en los torneos. Browne se sentía a
gusto en su papel de chico malo, sus declaraciones no
dejan lugar a la duda: "Si Bobby Fischer es Dios
en el ajedrez, yo soy el diablo". El jugador
James Tarjan le calificó de 'maniaco en el tablero' y
entre sus rivales era conocido como 'el salvaje'. Otro
de sus rivales comentó tras una partida: "Browne
viene hacia ti como un tren". En una entrevista
que le realizaron en "Sports illustrated" se
le definió de una forma curiosa: "Siempre jugaba
nervioso, sin afeitar, parecía un asesino a sueldo
sentado ante un tablero de ajedrez".
Pronto se volvió un quebradero de cabeza para los
organizadores de torneos; baste esta anécdota para
comprenderlo: Estamos en la penúltima ronda del
Campeonato de Estados Unidos de 1975. Browne lidera el
torneo y si vence tendrá un punto de ventaja sobre el
segundo clasificado. En frente tenía a Arthur Bisguier
y Browne luchaba por tratar de explotar una pequeña
ventaja. Pero, tras un juego algo errático, se llegó a
una posición de tablas... Browne se encolerizó.
Primero lanzó una tremenda coz por debajo de la mesa,
para levantarse de forma enérgica y dirigirse hacia la
máquina de café. Regresó al tablero para mover su
torre de forma violenta, aporrear el reloj y de un
manotazo terminar tirando el vaso de café y varias
piezas por el suelo. Pero ahí no terminó la historia,
Browne siguió jugando con furia hasta la jugada 70,
donde tras 7 horas de juego propuso tablas con un gesto
despectivo hacia su rival (podéis ver la partida
completa en: Browne
- Bisguier). Finalmente
ganó el campeonato en solitario al entablar todos los
primeros clasificados en la última ronda.
Como ya he comentado, Browne era un jugador de estilo
muy agresivo que solía a recurrir a eléctricas
combinaciones cuando la posición era igualada. Los
jugadores tácticos se suelen dividir en dos grupos: Los
artistas, a los que sólo les interesa crear belleza
en el tablero y jugar partidas interesantes; el
resultado del torneo suele ser algo secundario. Dentro
de este grupo podrían estar Bronstein, Planinc o
Nezhmetdinov, y por supuesto, todos los románticos. Los
tiburones: su única meta es la victoria en la
partida que están jugando, para ello utilizarán el
estilo que más convenga: a este grupo pertenece Browne,
pero el más representativo es, sin duda, Bobby Fischer,
aunque en él podemos encuadrar a Kasparov, Shirov
(puede sorprenderos, pero él mismo ha declarado que
cuando combina sólo busca la victoria, no la creación
de belleza) y muchos otros jugadores tácticos. Otra categoría
aparte está reservada en exclusiva para Mikhail
Tahl: la de 'genio desatador de tempestades'. Tahl era
un jugador de estilo único que siempre buscaba que
reinase la locura dentro del tablero, huracanes que
dejaban todo patas arriba y donde había que calcular
variantes casi infinitas. Personalmente creo que jugar
de esta forma le divertía; el ajedrez le apasionaba y
siempre mostró un lado de artista que hacía brotar de
su cabeza jugadas salvajes y bellas.
Encontrar el equilibrio entre un estilo táctico y unos
buenos resultados es muy complicado. Browne lo consiguió
en contadas ocasiones, su irregularidad le marcó
profundamente y por ello decidió dar un cambio radical
a su forma de jugar al ajedrez... y curiosamente, a su
vida. A finales de los 70, Browne fue suavizando su
estilo hacia un juego más posicional. Esta forma de
jugar, más reflexiva y tranquila, calmó su espíritu y
cambió su comportamiento, que se volvió más sosegado
y normal. Con esto, el 'bad boy' que llevaba dentro le
abandonó y por tanto este artículo debe ir llegando a
su fin.
Walter Browne fue un apasionado del ajedrez: "El
ajedrez es arte, ciencia, lo es todo. Es como volar muy
alto en un avión y mirar hacia abajo. Compadezco a los
que no juegan al ajedrez. Ellos se están perdiendo
algo". Siempre se comportó como el eterno
optimista, no tenía miedo a nada y su fuerza interior
le llevó a vivir la vida de una forma frenética, como
una estampida de búfalos. De su cuerpo siempre emanaba
un halo de energía, que podía fluir en forma de bella
partida táctica o de altercado contra quien se pusiese
en su camino.
Veamos como se las gastaba Browne en su 'época
salvaje', un ajedrez jugado al límite, lleno de riesgo
y ansias de triunfo:
Javier
Cordero Fernández
(29
Enero 2012) |