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 Inmortal

Arte bohemio

Cuadro en el que se ve a dos pintores pintando en plena calle. Representa una época antigua.

Molinari, Bruno - Cabral, Luis Roux

Campeonato de Uruguay, Montevideo 1943

1.d4 Cf6 2.Cf3 d5 3.c4 c6 4.Cc3 Cbd7 5.e3 e6 6.Ad3 dxc4 7.Axc4 b5 8.Ad3 a6 9.0–0 c5 10.b3 Ab7 11.De2 Db6 12.Td1 Ae7 13.a4 b4 14.Cb1 Tc8 15.Cbd2 cxd4 16.Cc4 Da7 17.Cxd4 0–0 18.Ad2 a5 19.Cb5 Da8 20.Cbd6 Axg2 21.Cxc8 Txc8 22.Te1 Af3 23.Df1 Dd5 24.e4 Txc4 25.bxc4 Dh5 26.Af4 Cg4 27.Ae2 Cde5 28.h3 Ac5 29.Ag3 Cxf2 30.Axf2 Dg5+ 31.Rh2 Df4+ 32.Ag3 Ag1+ 33.Dxg1 Cg4+ 0–1

    

Después de 20.Cbd6                 Después de 29.Ag3  

Visor

La inmortal uruguaya

          El autor de esta Inmortal es poco conocido, aunque no tanto en su país, Uruguay. Luis Lisandro Roux Cabral fue campeón de Uruguay y representó a su país en 3 Olimpiadas bastante distantes en el tiempo (1939, 1964 y 1966). Además firmó esta espectacular partida en la que realizó una entrega de pieza tras otra para terminar firmando uno de los remates más bellos de la historia del ajedrez... tanto, que se ha ganado un sitio en el privilegiado y selecto grupo de las Inmortales, un rincón que también puede ser catalogado como polémico, ya que no resulta sencillo excluir determinadas partidas que tal vez merecerían estar al lado de las inmortales. Cabral no cuajó un buen torneo en esta ocasión (ver tabla), aunque se convirtió en la sensación de la competición tras conseguir crear una verdadera obra de arte, algo que ocurre en pocas ocasiones dentro de un tablero de ajedrez.

           Cabral fue un personaje curioso. Era un bohemio convencido y como tal vivía, llegando a renunciar a los privilegios que le brindaba el proceder de una familia acomodada. Los bohemios creen en su estilo de vida, no trabajan, cultivan su mente dando gran importancia a todas las disciplinas artísticas y suelen pasar constantes penurias económicas en busca de vivir su gran sueño, alejándose de los deseos materiales que suelen perseguir el resto de los mortales. Cabral vivió de este modo durante casi toda su existencia, llegando a abandonar a su familia para perseguir esta forma de vida que está prácticamente olvidada en la actualidad. Su amor por esta manera de vivir le llevó a rechazar una jugosa oferta proveniente de Cuba en la que se le proponía ser profesor de ajedrez, un puesto estable y bien remunerado por el que no mostró ningún interés. Cabral prefirió regresar a Montevideo y dejar discurrir su vida pasando las horas en cafés donde podía disfrutar de entretenidas tertulias, ampliar su cultura a través de la lectura y jugar al ajedrez, en ocasiones a cambio de unas pocas monedas con las que ir saliendo al paso.

           Como jugador de ajedrez fue brillante y agresivo, aunque su estilo se fue suavizando con el paso de los años (como ha ocurrido a un gran número de jugadores) hasta convertirse en un jugador meramente práctico. Detrás de su aspecto descuidado, con una larga barba, se escondía una persona sumamente culta e inquieta, cuyos destellos de inteligencia nunca pasaban desapercibidos.

 

 

 

 

 

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