Parece que la FIDE ha acertado volviendo a la antigua fórmula
del ciclo de candidatos para optar al título de campeón
mundial. Se ha optado por la fórmula de matches
individuales, tal y como se comenzó a hacer en tiempos
de Bobby Fischer para evitar las estrategias de los
jugadores soviéticos. Es una pena la renuncia de Magnus
Carlsen, que no parece que haya sido bien aconsejado, en
la historia del ajedrez se entra sentado frente a un
tablero, no sentado en tu casa siguiendo las partidas
por internet. El otro nombre que se echa de menos es el
de Vassily Ivanchuk, un ilustre veterano que lleva
luchando en esta competición desde hace décadas.
En este tipo de competiciones suele haber una gran presión,
por lo que no es habitual ver a los participantes tomar
demasiados riesgos, algo comprensible teniendo en cuenta
lo que hay en juego. En esta edición se han dado muchas
tablas, luchadas, pero muy pocas de ellas con posiciones
complicadas. La excepción la ha puesto Gelfand, que
logró esta victoria de una forma realmente brillante,
realizando un par de sacrificios que le permitieron
tener una vanguardia de peones pasados que daba la
impresión de resultar imparable. Una partida bonita y
vibrante, de las que te tienen anclado delante de la
pantalla del ordenador analizando variantes. Además
este triunfo fue decisivo para lograr el pase a
semifinales.
En estos cuartos de final se han producido varias
sorpresas. El gran favorito para muchos, Levon Aronian,
ha caído en el desempate ante Grischuk... el camino
hacia el trono mundial es largo y tortuoso. También
puede resultar sorprendente la derrota de Topalov ante
Kamsky, el búlgaro se ha visto impotente ante la
solidez de su rival. Por su parte, Kramnik ha eliminado
a Radjabov en el desempate, en el match con las partidas
más descafeinadas (al menos las de ritmo clásico).
Estaremos pendientes de las semifinales y sobre todo de
la final, viendo lo ocurrido en los cuartos de final es
complicado poder hacer un pronóstico. |