Cuidado
a quién provocas
Frank James Marshall pasó largas épocas en Europa
participando en torneos, lo que le obligó a realizar
un gran número de agotadores viajes. Durante uno de
esos viajes, que le conducía a París en tren, vivió
la siguiente anécdota: Marshall, adicto a sus
inseparables cigarros, había acudido al vagón de
fumadores y allí se encontró con un grupo de
personas que jugaban al ajedrez con entusiasmo.
Marshall, siempre atraído por todo lo que se
desarrollase dentro de un tablero, se puso a observar
la partida, dándose cuenta de un grave error que
había cometido uno de los jugadores. No pudiendo
contenerse, le comentó que si no hubiese cometido ese
error habría tenido una posición ganadora. Este
comentario ofendió al oponente de la persona a la que
se había dirigido, que comentó molesto:
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"Si usted juega al ajedrez, ¿por qué no lo
ha dicho antes? He ganado a cada una de las personas
que viajan en este tren".
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"No tuve ganas de jugar" , respondió
Marshall.
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"Bien, ¿por qué no juega usted ahora?
Siéntese, le daré una torre de ventaja".
-
"No, usted no puede darme una torre de
ventaja. Soy yo el que le ofrece una torre de
ventaja", repuso un incrédulo Marshall
.
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Esto fue demasiado para el envalentonado aficionado,
que encolerizado respondió: "Nadie puede
darme una torre de ventaja, le apostaré cincuenta
dólares (una suma nada despreciables para la
época) a que usted no puede".
-
Marshall, muy tranquilo, repuso: "Bien, yo
podría aceptar la apuesta, pero no sería justo... mi
nombre es Frank James Marshall"... y ante la
sola mención de ese nombre, el rostro del hombre
demudó y dejó de insistir en el acto.
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