Adolf Anderssen era un verdadero adicto al ajedrez, a él
dedicaba todos sus ratos libres, como atestigua la
siguiente historia:
Una noche Anderssen se encontraba sentado frente a un
tablero y se puso a estudiar un problema. Cuanto más se
perdía en todas las posibles variantes, más partidas
jugaba contra si mismo. Estaba tan fascinado con la
belleza de aquella partida que perdió la noción del
tiempo y de las circunstancias, no sintiendo por ello
ningún cansancio. Cuando de repente alguien llamó a la
puerta, enojado, interrumpió sus pensamientos y
entonces mantuvo la siguiente conversación con su ama
de llaves:
Anderssen
: Vete tranquila a la cama. Estoy ahora muy
ocupado.
Liesbeth
: ¿Cómo dice, por favor?
Anderssen
: No me molestes. Sabes que puedo resistir
perfectamente toda la noche. ¡Llámame mañana
temprano, como siempre!
Liesbeth
: Señor profesor, ¿se encuentra usted bien?
Anderssen
: Criatura, no sólo estoy muy bien, sino que
además no debes molestarme ahora. Estoy precisamente en
lo más importante. Termino en seguida.
Liesbeth
: Sabe profesor, usted no ha dormido
absolutamente nada. Ya tengo experiencia de otras veces.
¿Pero... no ha oído usted las campanas del alba?
Anderssen
: ¿Las campanas del alba?. Habría podido
jurar que eran las campanas de la noche. ¿No te
confundes?
Liesbeth
: Señor profesor, 'yo' he dormido toda la
noche y 'no estoy soñando'. |