Se llama igual que el mítico campeón del mundo, pero juega de una manera totalmente diferente. Su padre le puso ese nombre en honor al emblema del ajedrez armenio, Tigran Petrosian, que es un auténtico ídolo en su país. Con el sueño de que su hijo emulara las gestas del héroe nacional, enseñó a jugar al ajedrez a Tigran L. a los 5 años. A pesar de ser un buen jugador, que en ocasiones llega a ser brillante, las ambiciosas esperanzas del padre por el momento no se han cumplido.

             El nuevo Petrosian es más atrevido que su antecesor, aunque no obtiene resultados tan brillantes. En esta partida demuestra de lo que es capaz ante un jugador que estaba realizando un gran torneo. La partida es un combate a bayoneta desde su principio. Petrosian, con inferioridad de material, sigue sacrificando piezas con el objeto de dejar expuesto al rey blanco, que es conducido a un extremo del tablero donde las dos únicas piezas negras le darán mate. Salgado trató de contener la hemorragia buscando entrar en un final con material de más, pero el armenio no lo permitió.