Morozevich siempre ha sido un jugador original, capaz de
crear en su mente jugadas que a los demás les pasan
desapercibidas. Un jugador especial que a día de hoy
casi ha desaparecido de los torneos de élite, ha bajado
decenas de puestos en el ranking FIDE y que parece estar
hastiado del ajedrez. Su historia recuerda a la de otro
jugador talentoso: Valery Salov, que de repente dejó de
competir y nada más se supo de él. Nada se concoe de
los motivos por los que Morozevich apenas participa en
torneos, pero puede que esté harto de competir en un
mundo que no comprende, demasiado encorsetado por el elo
y los resultados, y donde ya no se divierte.
Las largas ausencias de Morozevich representan una gran
pérdida para el ajedrez, no hay muchos jugadores
capaces de producir destellos dentro de un tablero y
menos en unos tiempos donde el juego del ser humano se
parece cada vez más al de una computadora. Y lo que es
peor, parece que esta tendencia no va a cambiar e irá
en aumento. Hoy en día hasta los más pequeños
utilizan los programas para entrenar, lo que consigue
que se pierdan ciertas cualidades importantísimas (como
la intuición y la imaginación).
En esta partida Morozevich nos muestra su originalidad.
Entrega la calidad para aprovechar que sus caballos se
encuentran en perfecta conexión y, aunque la partida
parece muy cuesta arriba, sus piezas son muy activas lo
que el servirá para aprovechar a la perfección que el
rey negro no está enrocado. La danza de los caballos
blancos dejó hipnotizado a Topalov, que sólo pudo
asistir, como un espectados más, a los movimientos ágiles
y elásticos de estas singulares piezas. |