Un genio siempre es un genio, pero el cuerpo humano se
puede deteriorar a una velocidad asombrosa y de nada
servirá entonces la genialidad. Alexander Alekhine lo
había conseguido todo en el mundo del ajedrez, pero la
historia de una vida siempre tiene una inevitable
decadencia y en el caso del campeón del mundo llegó a
ser dramática.
La decadencia real de Alekhine comenzó en sus
encuentros contra Euwe, tal vez algo antes. Sus
problemas con la bebida llegaron a afectar seriamente a
su salud y, por supuesto, a su ajedrez El alcohol fluía
por sus venas demasiado a menudo, incluso durante las
partidas, y esto le costó la corona por la que tanto
había luchado. Tras su derrota ante Euwe, en 1935,
Alekhine tocó fondo e hizo propósito de enmienda
abandonando la bebida de forma drástica, resolución
que mantuvo durante 6 años. Sin embargo, su mundo había
comenzado a desmoronarse y en semejante situación no
supo tomar las decisiones correctas.
Todo
cambia desde la cima del ajedrez
Alcanzar la cima de un mundo como el ajedrez es una
tarea más que ardua. Por ese motivo, cuando se consigue
parece que un halo de irrealidad rodea al nuevo campeón.
El comportamiento de Alekhine cambió tras su victoria
en Buenos Aires, desde lo alto de la montaña todo
se ve diferente y el nuevo campeón empezó a dar
muestras de encontrarse por encima del resto de los
mortales, con ciertos comportamientos que mostraban un
ego que había ido engordando demasiado. A los
organizadores de los torneos cada vez les costaba más
trabajo cumplir sus exigencias y su comportamiento
altanero afloraba muy a menudo, como ocurrió en varias
simultáneas donde consiguió indignar a más de un
aficionado.
Alekhine cambió su forma de comportarse o tal vez afloró
a la superficie su verdadero yo. Se obsesionó
con conservar su título de campeón, tomando decisiones
poco éticas, como sus duelos con Bogoljubow, que no han
sido bien vistos con el paso del tiempo. En su afán
oportunista, el campeón del mundo no supo gestionar
correctamente su posición durante la II Guerra Mundial,
lo que le granjearía la enemistad de gran parte del
mundo ajedrecístico y lo que, a la postre, fue el
comienzo de su fin.
Los
escritos antisemitas de Alekhine
En 1940 Alekhine decidió disputar varios torneos
organizados en territorio nazi. Creyendo que el destino
de Europa estaba en manos de las tropas de Hitler, también
supuso que el destino del ajedrez estaría en dichas gélidas
manos cubiertas por un guante de hierro. No crean que
Alekhine estaba a favor de Hitler, sólo un año antes
se había posicionado del lado francés, aunque cambió
de parecer cuando el ejército galo sucumbió con gran
rapidez ante el empuje de los Panzer alemanes.
Simplemente Alekhine fue una persona ventajista, como
muchos seres humanos con los que tratamos a diario, y lo
fue durante toda su vida. En esta ocasión Alekhine
buscaba proteger su corona de campeón y sacar el máximo
beneficio de ella, y creyó que Alemania sería la nueva
Meca del ajedrez tras la guerra.
Esta forma de proceder causó muchas suspicacias dentro
de los países Aliados, las cuales se tornaron en
irrefrenable irritación cuando aparecieron varios
escritos antisemitas firmados por Alekhine. Vaya por
delante que Alekhine siempre declaró no haber escrito
ni una sola palabra de dichos artículos y si se tiene
en cuenta su contenido, parece que el campeón del mundo
decía la verdad.
Los escritos cargaban de forma inmisericorde contra
Emanuel Lasker, que fue perseguido por los nazis y
encontró refugio en Inglaterra. Otro objetivo fue otro
ex-campeón del mundo: Wilhelm Steinitz. Tomando como
referencia a estas dos figuras, se disertaba sobre el
'ajedrez judío', siempre desde una posición de
despiadada crítica. De forma reiterada se definía a
los ajedrecistas judíos como: "jugadores que sólo
se preocupan de ganar material cueste lo que cueste y
que hacen gala de un oportunismo llevado al
extremo". También se hacía constante hincapié,
casi de forma obsesiva, en que ningún jugador judío
contaba con el talento de los artistas. Durante varios párrafos
también se atacó en términos semejantes a Janowski
(al que se definió como un engaño que sólo se atrevía
a combinar ante rivales flojos... echen un vistazo a ésta
web y comprobarán lo falso de esta afirmación),
Schlechter, Rubisntein o Weiss. A la hora de hablar de
Nimzowitsch se alababan sus ideas innovadoras, para acto
seguido decir que fueron robadas a los campeones
anteriores... pero, si eran innovadoras, ¿cómo
pudieron ser robadas del pasado?
Cuesta trabajo creer que Alekhine, que era un gran
estudioso del juego de sus rivales, pudiese haber
escrito semejantes cosas sobre Lasker, de sobra conocido
por sus sorprendentes combinaciones con trasfondo psicológico,
o sobre Janowski, que demostró rasgos de genialidad a
lo largo de toda su carrera. Más bien, parece que detrás
de toda esta historia se encontraba la maquinaria de
propaganda nazi, cuya intención era difamar a los judíos
con la idea de extender el antisemitismo en los países
conquistados. Se utilizó la firma de Alekhine por la
repercusión que tendría algo escrito por el campeón
del mundo, intuyendo que éste nunca protestaría.
Aunque la sarta de disparates que se escribieron resta
toda la credibilidad que los nazis trataron de buscar.
Pero no nos engañemos. A pesar de que probablemente
Alekhine no realizó esos escritos, existen pruebas de
su antisemitismo que incluso datan de antes de la
guerra, como las declaraciones al respecto realizadas
por Tartakower y Spielmann. Muchas historias del mundo
del ajedrez son preciosas, aunque a veces es necesario
palpar una dosis de realidad y conocer el lado oscuro
del ser humano. Alekhine fue un genio, pero algunos
aspectos de su personalidad simplemente dejaban mucho
que desear.
Deambulando
por la vida en busca del final del camino
Los escritos antisemitas atribuidos a Alekhine tuvieron
una repercusión muy negativa para el campeón del
mundo. Fue repudiado por media Europa, mientras la otra
mitad ardía por el fragor de la guerra. En esta situación,
Alekhine empezó a tener problemas económicos y una
perspectiva muy oscura ante sí. No veía porvenir en
ningún rincón de Europa y por ello, al darse cuenta de
que Alemania nunca ganaría la guerra, trató de
alejarse del conflicto todo lo posible, intentando
conseguir un pasaje que le llevase a Estados Unidos...
pero el visado nunca le fue concedido y decidió
refugiarse en España y luego en Portugal, donde pasó
los últimos años de su vida (de 1943 a 1946). Alekhine
comenzó a deambular, de ciudad en ciudad, de hotel en
hotel, sin encontrar su sitio y sintiendo el rechazo
absoluto del ajedrez europeo, siempre perseguido por su
pasado, tiempos de gloria que nunca volverían. Su único
medio para subsistir fueron las sesiones de simultáneas
y la disputa de algún esporádico torneo, algo a todas
luces insuficiente para una persona con semejante tren
de vida.
Y volvió a recaer en el alcohol, donde encontró el
refugio para soportar el peso de sus recuerdos,
recuerdos de un hombre que había tocado el cielo con
sus dedos y ahora tenía que errar por la tierra junto
al resto de los mortales. Su salud empeoró con una
rapidez asombrosa y los médicos le diagnosticaron una
cirrosis hepática, advirtiéndole de que unos cuantos
tragos más podrían resultar letales. Alekhine era
consciente de su problema y sabía que cada trago le
acercaba más a su inevitable muerte, pero a pesar de
ello se negó a dejar la bebida. Los organizadores de
torneos y exhibiciones vivieron este problema desde
dentro, viendo como Alekhine jugaba borracho algunas
partidas o daba sesiones de simultáneas tambaleándose
entre mesa y mesa. La siguiente anécdota nos muestra
hasta donde llegó esta situación: los organizadores de
uno de los torneos a los que acudió, conscientes del
problema, decidieron rellenar con agua las botellas del
mueble bar de la habitación de Alekhine... infantil
truco que no surtió el efecto deseado, ya que Alekhine
salió del hotel y entró en el primer bar que encontró
en su camino.
Los 3 años que Alekhine pasó en España fueron
realmente duros para el campeón del mundo. En ningún
momento consiguió recuperar la fuerza de su juego y
sufrió varias derrotas ante rivales claramente
inferiores. Disputó 7 torneos, de los cuales sólo logró
triunfar en 4; un pobre bagaje si se tiene en cuenta que
el nivel del ajedrez español en aquella época no era
excesivamente alto, al menos no lo era al nivel que
estaba acostumbrado el campeón del mundo, que competió
con los jugadores más fuertes del planeta.
Su principal anhelo era volver a poner en juego su
corona y para ello había escogido rival: Mikhail
Botvinnik. Alekhine sabía perfectamente que no tenía
la más mínima posibilidad ante el soviético, pero
necesitaba ese dinero para seguir sobreviviendo. Su
estado de salud y su adicción al alcohol no le hubiesen
permitido competir como un campeonato del mundo exige:
un mes de lucha agotadora capaz de robar varios años de
vida al jugador más saludable. Las negociaciones
llegaron a estar muy avanzadas, aunque finalmente no
llegaron a buen puerto.
Los problemas de Alekhine parecían no tener fin y sus
actos pasados le perseguían como una oscura sombra. En
1946 se formó un comité
de ajedrecistas para juzgar el comportamiento antisemita
y pronazi de Alekhine. Aunque no todo el mundo se apuntó
al linchamiento; Tartakower, siempre cabal y osado, opinó
que aquello era un deshonor e hizo una colecta para
ayudar al campeón del mundo, ya que sabía que estaba
en la ruina. Al poco, los organizadores del Torneo de
Londres retiraron la invitación que le habían cursado
unos meses atrás, por lo que su situación se volvió
desesperada.
El 24 de Marzo de 1946 la historia de Alekhine llegó a
su fin, ya que apareció muerto en un hotel de Estoril.
El final de Alekhine fue triste, sumido en la soledad y
la miseria, olvidado por el mundo del ajedrez al que había
dedicado su vida. Pero también fue polémico, ya que la
versión oficial (muerte por ahogamiento con un trozo de
carne) parece que tuvo bastantes lagunas. Según la foto
que se realizó en la habitación del hotel (que pueden
ver aquí),
estaba sentado, con su abrigo puesto, ante un tablero
donde se podía ver la partida Medina - Rico (ésta es
la partida
en cuestión). Muchos se ha escrito sobre
esta foto y si se mira, se aprecia que lo de la partida
es falso, ya que las piezas están en su posición
inicial, Tampoco existían otros objetos que vienen
referidos en algún libro, como una manta en sus piernas
o un libro de poesías. También se aprecia que los
platos están vacíos, lo que echa por tierra la versión
de ahogamiento con un trozo de carne. Sin embargo, todo
parece colocado a propósito en esa instantánea y son
varios los investigadores que aseguran que fue un
montaje y en realidad Alekhine fue asesinado... enemigos
no le faltaban.
Alekhine dejó el mundo con la imaginaria corona del
ajedrez ceñida sobre su cabeza, aunque hacía muchos años
que había abdicado y su trono estaba esperando
pacientemente un nuevo inquilino, que dos años después
cobraría forma en el pujante Mikhail Botvinnik. Tal vez
sea un final poco digno del talento que atesoraba
Alekhine, cuyo legado en forma de belleza sitúa al
ajedrez en la categoría de arte.
En sus últimos años aun quedaban los rescoldos de un
brillante jugador, pero no eran más que eso, los restos
de una hoguera que había ardido con una fuerza
imparable y que se había convertido en apenas una
columna de humo... humo que pueden contemplar a
continuación:
Javier
Cordero Fernández
(7
Enero 2013) |