Puede que no exista otro deporte donde se den tantas
muestras de caballerosidad como el ajedrez. Tal vez sea
debido al legado de los jugadores del siglo XIX, para
los cuales lo más importante era el honor, ya que las
generaciones posteriores tenían claro que el camino
hacia la victoria sólo estaba dentro del tablero y no
en comportamientos poco deportivos (siempre con alguna
excepción, claro).
Una muestra muy representativa se dio en el Campeonato
por equipos de Cataluña de 1984 (en primera división).
Durante la mañana en que se disputó la partida Joaquim
Travesset tenía que acudir al entierro de un amigo, por
lo que en plena partida se vio obligado a ausentarse. Ángel
Martín, sin comentar nada a su rival, paró el reloj
hasta que Joaquim estuvo de vuelta, para no sacar
ventaja en el tiempo de juego.
Ángel
Martín y Joaquim Travesset
La partida se jugó en igualdad de condiciones y como
podemos ver en el diagrama Joaquim lanzó un atinado
ataque con una entrega de pieza por dos peones. En la
posición final, a mi juicio, las negras están mejor.
Sus dos peones pasados y enlazados rezuman peligro. Las
blancas siempre tienen la posibilidad de sacrificar una
pieza para detenerlos, pero esa no es tarea sencilla y
además las negras también tienen superioridad de
peones en el flanco de rey. A pesar de ello, Joaquim
aceptó las tablas que su rival ofreció en la jugada
33, devolviendo el gesto de caballerosidad que su rival
tuvo al comienzo de la partida. Una demostración de que
el ajedrez puede seguir siendo un deporte de caballeros
aunque haya pasado más de un siglo desde la época clásica. |