A
lo largo de tantos siglos de historia el ajedrez se ha
convertido en una fuente inagotable de historias
curiosas. En esta ocasión el lector tendrá que
trasladar su mente a tiempos más oscuros: la Edad Media, época en la que el ajedrez no se jugaba como en
la actualidad, ya que
contaba con alguna pieza diferente y el juego era algo
más lento.
Eran tiempos donde el ajedrez era muy popular entre el
clero y los nobles, pero apenas era practicado por le
pueblo llano. Existen varios escritos que narran como en
el siglo XIII los caballeros medievales jugaban al
ajedrez con asiduidad, siendo una de las artes que
debían dominar, que según algunas fuentes consultadas eran:
equitación, boxeo, natación, canto, ajedrez, cetrería
y torneos.
También eran tiempos de pícaros y estafadores, entre
los cuales los tahúres tenían un papel destacado. Un tahúr
era una persona que se valía de algún juego
de azar para llevarse el dinero de cualquier incauto que
quisiera apostar en su contra. Muchas son las variantes
de estos timos, que tienen en común que nunca se puede
ganar, salvo que el estafador así lo desease.
Generalmente se valían de trucos y engaños para
despistar al apostante y de este modo 'desplumarle'. Los
tahúres eran muy habituales en la edad media, pero
incluso hoy en día se pueden encontrar en las calles de
las grandes ciudades.
Lo que resulta sorprendente es que existiesen tahúres
que tratasen de lucrarse gracias al ajedrez, ya que no
se trata un juego precisamente de azar. Estos tahúres
ajedrecísticos proliferaron durante la Edad Media y su
modus operandi eran las apuestas. Hay que decir que en aquellos
tiempos se trató de incluir el azar en el ajedrez con
la utilización de dados, algo que por fortuna no
perduró demasiado en el tiempo y no afectó a las
reglas actuales.
Tahúres
con un juego de naipes
¿Cómo es posible que el ajedrez se convirtiese en motivo
de apuestas? La respuesta está en un tipo de problemas
que se componían en aquellos tiempos: los
problemas sin solución. El compositor se esforzaba en crear problemas en los que no se podía obtener la
victoria a pesar de que unos de los bandos llevase una gran ventaja
material, lo que fue campo fértil para los estafadores,
que tentaban a los incautos con posiciones llenas de
picardía donde el bando interior terminaba salvándose con algún
truco oculto. En principio, fueron creados como una
original y difícil prueba: en vez de buscar una serie de
jugadas ganadoras, lo que había que demostrar era que el problema
no tenía solución, lo cual era más complicado porque
había que analizar más variantes que en un problema
normal.
En
aquélla época toda clase de juego donde se apostase
estaba mal vista, sobre todo por la Iglesia Católica.
Pronto el ajedrez estuvo en el punto de mira de las
autoridades eclesiásticas, que a pesar de ser aprobado y
recomendado como juego, era damnificado por culpa de las
apuestas que se cruzaban en las tabernas o en las calles.
Por eso, la Iglesia decidió tomar una decisión
polémica: prohibir el ajedrez en toda Europa.
Por fortuna para los aficionados al ajedrez la
prohibición fue derogada en 1513 por el Papa León X.
Este pontífice era muy aficionado al ajedrez y no pudo
aguantar más una prohibición que se antojaba injusta.
Las explicación que dio León X fue cuanto menos curiosa
y nos muestra como este juego llega a calar hondo en todo
aquel que se adentra en su universo: "Apenas puedo
creer que los mortales hayan sido capaces de inventar el
ajedrez sin mediar inspiración del cielo".
Papa
León X (1475 - 1521)
Volvamos
al mundo de las apuestas en el ajedrez. El tahúr, persona
astuta, tentaba a los aficionados al ajedrez
planteándoles un problema en el que les daba la
posibilidad de escoger bando. Evidentemente, tras echar
un vistazo al tablero, el apostante solía escoger el
bando más fuerte... pero, oh sorpresa, cada variante en
la que creía ganar era inmediatamente refutada por el tahúr,
hasta que al final demostraba que en esa posición el
bando inferior se terminaba salvando.
Cuando el apostante decidía escoger el bando más débil,
que en realidad era el ganador, el tahúr trataba de
introducir algún cambio en la posición aduciendo que no
recordaba bien la colocación de las piezas (por supuesto, ese cambio
deba un giro total al problema para su propio beneficio).
Si el apostante no aceptaba el cambio en la posición, el
tahúr le ofrecía otro problema distinto explicando que
no podía apostar en un problema que no recordaba con
claridad. Sólo una regla era respetada escrupulosamente:
dejar ganar al apostante de vez en cuando... no era
cuestión de quedarse sin clientela.
A continuación vamos a conocer alguno de los problemas
que usaban los tahúres para apropiarse del dinero
ajeno. Eso si, no olviden que las reglas del ajedrez en la
Edad Media no eran exactamente las actuales, la dama no
existía y el alfil se movía de forma distinta. Además,
los peones sólo podían coronar una pieza: el alferza. El
resto de piezas se movían igual que en el ajedrez
contemporáneo. Veamos el movimiento del alfil y del
alferza:
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Alferza:
representa al firzan del ajedrez árabe. Se
mueve en diagonal, pero sólo se puede desplazar
una casilla
|
|
Al-fil:
de mismo nombre que el actual . Su movimiento también
es en diagonal, pero sólo se puede desplazar dos
casillas. Curiosamente, también puede saltar por
encima de otras piezas |
Las siguientes posiciones estaban recogidas en dos libros:
"Bonus socius", manuscrito lombardo del siglo
XIII, y "Civis Bononiae", manuscrito italiano
del siglo XV. No olviden las limitaciones de movimiento
del alferza y del alfil, ya que ambas no dan jaque con
facilidad debido a su corto alcance.
Primer
problema. Mate en 4 para las blancas
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Alferza
blanco: e7
Torre
blanca: d6
Caballo
blanco: e4
Peones
blancos: c6, e5
Rey
blanco: e6
Torre
negra: a8
Caballo
negro: g4
Rey
negro: e8 |
Recordemos que el apostante tenía la posibilidad de
escoger bando. Si se decantaba por las blancas, que parece
lo normal, estaba obligado a buscar un mate en 4 (en
algunos problemas el tahúr ponía este tipo de
condiciones)... pero
ese problema no tiene solución por: 1.Cf6+ Cxf6 2.exf6
Ta6, y el negro podrá dar un jaque en la siguiente
jugada de forma inevitable, por lo que no se podrá dar el
mate en 4 jugadas.
El tahúr estaba preparado para cualquier adversidad. Si
el apostante hubiese elegido las negras, dando rodeos y
mostrándose inseguro y olvidadizo, el tahúr habría colocado el
peón de c6 en b6, por lo que las blancas si hubiesen
podido dar mate en el número de jugadas pedido: 1.Cf6+
Cxf6 2.exf6 Td8 3.Td7 y 4.f7++
Segundo
problema. Mate en 6 o menos para las blancas
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Torre
blanca: g7
Caballo
blanco: e6
Peones
blancos: f7, g6
Rey
blanco: e1
Torre
negra: a2
Alfil
negro: c8
Caballo
negro: c3
Rey
negro: h8 |
En esta posición, donde el rey negro está literalmente
acorralado, el tahúr exigía al bando blanco dar mate en
6 jugadas o menos, moviendo primero las negras: 1...Ta1+
2.Rd2 Ce4+ 3.Rd3 y ahora la torre puede dar cuatro
jaques seguidos, por lo que las blancas no dan jaque mate antes de
las 6 jugadas pedidas. No servía 1...Te2+ por 2.Rf1 Tf2+ 3.Rxf2 Ce4+
4.Cf6 5.Th7+ Cxh7 6.g7++.
El tahúr, en caso de que el apostante hubiese escogido
las negras, sólo tenía que situar el rey blanco en f1,
con eso las blancas podían dar el mate en las jugadas
estipuladas.
Todo esto forma parte del pasado, de una época que nos
parece remota y lejana... aunque hoy en día tenemos
nuestros propios tahúres en el ajedrez, personajes que no
ganan dinero en las apuestas, pero que lo hacen
gracias a las trampas electrónicas ayudándose en
sus partidas con programas informáticos.. Tal vez esto se
trata de una picaresca aun más indignante porque con esas
trampas se engaña a millones de aficionados, mientras un
tahúr sólo engañaba a un incauto. El caso reciente de
Sebastian Feller, en una competición tan importante como
las Olimpiadas, ha hecho que el ajedrez vuelva a ser
noticia por un hecho bochornoso, volviendo a quedar
literalmente por los suelos. Pero el mundo es y ha sido
siempre así, la picaresca y la falta de escrúpulos
campan a sus anchas, y lo hacen de tal modo que ni el
ajedrez se ha salvado.
Javier
Cordero Fernández
(28
Febrero 2011)
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