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Siegbert Tarrasch, el romántico antirromántico

Tarrasch

( Autor : Javier Cordero Fernández - © Ajedrez de ataque )

          Siegbert Tarrasch nació el 5 de Marzo de 1862, en Breslau (Alemania). Falleció el 17 de Febrero de 1934, en Nuremberg (Alemania).

          Tarrasch fue un jugador con un inminente talento táctico, aunque decidió escoger la dirección opuesta a la de los románticos, un camino árido y con un paisaje menos bonito, pero mucho más corto. Tarrasch pensó que la forma más cómoda de llegar a la victoria era el estilo posicional, algo totalmente respetable, aunque mis gustos personales se decanten por un estilo más ofensivo.

          Siegbert podía haberse dedicado a lo que hubiese deseado, ya que su inteligencia por encima de la media se manifestó desde una edad temprana. A los 4 años ya sabía leer y escribir, y con sólo 6 leía todos los libros que llegaban a sus manos, comprendiendo perfectamente lo que esos escritos encerraban en sus líneas (al menos de eso presumía).

          Tarrasch procedía de la misma ciudad que el legendario Adolf Anderssen, Breslau, y fue allí donde tuvo sus primeros contactos con el ajedrez, lugar propicio para ello ya que existían varios clubes donde poder jugar. Más adelante se desplazó a Berlín para continuar sus estudios y allí pudo mantener su relación con el ajedrez, incluso en más medida que en Breslau.

          Con 18 años, al tener constancia de su talento natural, decidió dedicar más tiempo a su carrera en el ajedrez y dejar aparcados sus estudios. Esta decisión puede sorprender a cualquier persona conocedora de la historia del ajedrez, ya que es bien sabido que Tarrasch fue Doctor... la explicación es sencilla y se produjo al poco de tomar esta decisión, Tarrasch asistió a una conferencia sobre fisiología impartida por el profesor Dubois Reynolds y sus palabras marcaron tan profundamente a Siegbert que cambió diametralmente las preferencias de su vida, pasando a ser la medicina la gran pasión de su vida.

 

Tarrasch en su juventud

          Pero no crean que Tarrasch se había olvidado del ajedrez, Caissa había conseguido embrujarle (como a tantos otros) y durante toda su vida su corazón se debatió entre sus dos grandes pasiones, simultaneándolas como buenamente pudo (tarea nada sencilla, como se demostró más adelante). Tras la conferencia se desplazó a la ciudad de Halle para cursar estudios de Medicina, aunque a la vez comenzó a participar en torneos de ajedrez en Alemania, con gran éxito, por cierto. En 1890, merced a sus buenas actuaciones, recibió su primera invitación para un torneo internacional: Londres. Esto sólo era el comienzo de una brillante carrera, pronto comenzaron a llegar varios triunfos en distintos torneos, por lo que el Doctor ajedrecista comenzó a ser respetado y temido. Podéis consultar su palmarés en: Resultados.

 

          Pero su trayectoria siempre se vio lastrada por su profesión y su familia, viéndose obligado a rechazar invitaciones a prestigiosos torneos e incluso llegando a desechar la invitación de Wilhelm Steinitz para la disputa de un match por el campeonato del mundo. Hay que tener en cuenta que muchos de los torneos de la época eran a doble vuelta y con muchos jugadores (es decir entre 20 y 30 rondas), por lo que participar en ellos exigía más de un mes de dedicación (a lo que había que sumar un largo viaje de ida y vuelta).

          Pero hablemos del estilo de juego de Tarrasch, algo que servirá para aclarar el título de este artículo. Hay que comenzar por decir que era fiel seguidor de las ideas de Steinitz, por lo que siempre estuvo del lado de los jugadores posicionales, de hecho llevó estás tesis al extremo, mostrándose intransigente con quien se atrevió a llevarle la contraria. Pero si uno echa un vistazo a su legado de partidas encontrará muchas combinaciones sumamente interesantes que evidencian una capacidad innata para el ajedrez de ataque, pero el eminente doctor no quiso aprovechar ese caudal de talento en beneficio de creaciones artísticas y se dedicó a volverse cada vez más dogmático y estricto respecto a sus ideas y a su juego.

          Retomemos su carrera en el tablero. En 1893 se desplazó a San Petersburgo para medirse al reputado Mikhail Chigorin, un encuentro espectacular que finalizó con empate a 11, con sólo 4 tablas (¡eran otros tiempos!). Esta década nos mostró al Tarrasch más fuerte, pero con el paso de los años su juego fue decayendo, bien por su dedicación a la medicina o porque el paso del tiempo no perdona a nadie. Sin duda, su mejor actuación tuvo lugar en el torneo de Viena 1898.

          Sus buenos resultados le valieron una invitación de Lasker para disputar el campeonato del mundo. Tras haber rechazado a Steinitz, una década atrás, Tarrasch ardía en deseos de poder aspirar al trono mundial y su oportunidad llegó en el año 1908. Su rival, Emanuel Lasker, era un personaje al que Tarrasch odiaba, había mantenido agrias discusiones con él en el pasado y el match se presentaba como una lucha sin cuartel. Es muy famosa la anécdota que ocurrió cuando el organizador del match decidió reunirles para que limasen asperezas. Lasker esperaba sentado, cuando Tarrasch apareció en el umbral de la puerta, hizo una reverencia y dijo "Para usted Señor Lasker, sólo tengo dos palabras: ¡Jaque mate!", hizo otra reverencia y se fue, dejando anonadados al organizador del torneo y al campeón del mundo. Pero no todo se consigue con ganas y una gran confianza en si mismo, Lasker era muy superior y lo demostró durante todo el encuentro, marcando diferencias desde el principio (4-1 en las 5 primeras rondas) y manteniéndola durante el resto del match. Al final un resultado de 5'5-10'5  y el orgullo de Tarrasch seriamente dañado.

Caricatura de Tarrasch

          Para muchos, Tarrasch era el mejor jugador del mundo, algo cuanto menos discutible. No hay duda de que era uno de los jugadores más fuertes del planeta, algo corroborado con la invitación que recibió para el prestigioso torneo de San Petersburgo (1914). Tarrasch se clasificó para la final de este torneo junto a Alekhine, Lasker, Capablanca y Marshall, finalizando en 4º lugar. Pero esta actuación tuvo premio, estos 5 jugadores recibieron el título de GM, los primeros concedidos en la historia, de manos del Zar de Rusia.

          A partir de este momento sus resultados fueron decayendo sin remisión, la nueva generación pisaba con fuerza y los veteranos tenían que dejar su sitio a talentos como Rubinstein, Reti, Nimzowitsch, Euwe o Tartakower. Durante esta época, Tarrasch se dedicó a enseñar a jóvenes jugadores, tratando de transmitir sus conocimientos y firmes ideas. De estos años data la polémica que mantuvo con Aaron Nimzowitsch, jugador que había desacreditado sus ideas a través de sus libros y artículos en revistas. A partir de ese desencuentro sería muy normal el intercambio de críticas e ironías entre estos dos jugadores que mantenían posturas irreconciliables. El principal punto de discusión radicaba en como dominar el centro durante la aperturas. Para Tarrasch esto se debía hacer con los peones, dejando a los piezas menores libertad de movimiento. Nimzowitsch opinaba que había que controlar el centro a través de las piezas menores, caballos y alfiles tenían la misión de presionar el centro y dominarlo. Hay que decir que finalmente las ideas de Nimzowitsch se terminaron imponiendo, aunque Tarrasch, siempre tozudo como una mula, jamás quiso aceptarlas.

          Y es que esa era una de sus principales cualidades, su tozudez y su desmedida confianza en si mismo, algo que hizo que se volviese demasiado rígido en sus convicciones, siendo incapaz de absorber las ideas positivas de otros jugadores (algo que precipitó su caída como ajedrecista). Para ilustrar su gran confianza nos basta conocer esta anécdota: en 1894 Tarrasch disputó un match contra Carl Walbrodt en el que se jugaba sin relojes, lo que permitía a los jugadores reflexionar durante el tiempo que quisieran.  El siempre 'modesto' Siegbert escribió: "Nunca se ha visto un juego tan correcto como el mío". Tal vez esa gran confianza fue la fuente de la fuerza de su juego y la característica que posibilitó una carrera llena de éxitos.

          Otra característica, aunque más desagradable, era su mal carácter. Fueron muchos los rivales con los que mantuvo malas relaciones, siempre en confrontación con cualquiera que no compartiese sus ideas. Su mal humor era frecuente y detestaba perder, con reacciones que en muchas ocasiones rozaban el esperpento, como justificar su derrota ante Lasker en el campeonato del mudno porque el clima marítimo de la ciudad de Dusseldorf le molestaba... cuando esta ciudad se encuentra a 200 km de la costa.

Dibujo de Tarrasch auscultando el tablero con gesto serio

Dibujo de Andrés Guadalupe (Ajedrez con humor)

          Pero también hay que saber reconocer sus méritos, fue un continuador ideal del legado de Steinitz, con ideas que le catapultaron a la cima del ajedrez. Muchas de sus ideas sobre finales siguen vigentes en la actualidad, por lo que estamos hablando de uno de los jugadores más relevantes de la historia del ajedrez, por su legado y por terrible personalidad.

          Como conclusión final, parece un poco exagerado el apelativo de 'campeón del mundo de torneos' que le fue impuesto, algo más bien extendido por sus seguidores, que eran legión, que una realidad contrastada. Sus resultados son buenos, pero no más que los de otros contemporáneos suyos. Su momento de mayor fuerza tuvo lugar a finales del siglo XIX, aunque durante aquella le faltó competir en algún torneo que no fuesen los congresos de la federación alemana para haber demostrado su verdadero potencial.

          Para finalizar, veamos la capacidad que tenía Tarrasch para combinar, un bien que en muchas ocasiones fue malgastado por el irascible doctor:

Javier Cordero Fernández

(5 Septiembre 2009)

Tarrasch - Meisler,  Nurenberg  1890

Tarrasch - Kelz,  Nurenberg  1891

Tarrasch - Cohn,  Berlín  1882

Tarrasch - Mendelson,  Breslau  1879

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