Durante la II Guerra Mundial, Europa se sumergió en las
más siniestras tinieblas viviendo un conflicto que se
convirtió en tragedia para millones de personas y que
dejaría un panorama desolador tras el fin de la
contienda. Uno de los mayores dramas que se vivieron
durante la guerra fue el asedio de Leningrado, englobado
dentro de la Operación Barbarroja con la que los
alemanes pretendieron invadir la URSS. El ajedrez, al
igual que todos los apartados de la sociedad, fue
brutalmente golpeado por el conflicto.
El asedio de Leningrado dio comienzo el 8 de Septiembre
de 1941 y desde un principio la tragedia se posó sobre
la ciudad para no abandonarla en meses: los nazis
comenzaron bombardeando los almacenes de víveres con
bombas incendiarias, sumiendo en la hambruna a toda la
población. En estas condiciones el racionamiento de la
comida fue dramático, lo que unido a los constantes
bombardeos hizo que la situación se volviese
insostenible. Por este motivo, se decidió evacuar a niños
(entre ellos, Boris Spassky, que tenia 4 años por aquel
entonces) y ancianos. Estas evacuaciones se realizaban a
través del Lago Ladoga utilizando camiones, ya que el
lago se encontraba helado en aquella época. De este
modo se salvaron 500.000 personas, 200.000 de ellas niños,
aunque muchos perecieron en el intento ya que los nazis
bombardeaban el lago con regularidad. También se intentó
evacuar a célebres artistas, como Shostakovich, aunque
los ajedrecistas no fueron una prioridad en este
sentido.
Ese invierno fue terrible en Leningrado. Esto, unido a
la hambruna generalizada, hizo que durante las semanas más
crudas del temporal falleciesen 4.000 personas al día.
Entre el drama y el horror que siempre sacude a los
civiles durante una guerra, los ajedrecistas de
Leningrado protagonizaron varias historias que merecen
ser contadas, las cuales nos ayudarán a conocer la
crueldad y el sin sentido de todo conflicto armado:
Ajedrez
entre bombas
Desafiando a las bombas y a la lógica, los ajedrecistas
de Leningrado se armaron de valor y decidieron disputar
el célebre Campeonato de la ciudad (que se jugaba desde
1920), competición que fue dirigida por Abram Model. A
pesar del toque de queda, que se extendía desde las 22h
hasta las 5h, y de la obligación de los ciudadanos de
cavar zanjas para la defensa de la ciudad, el 20 de
Noviembre las piezas comenzaron a moverse observadas
desde lo alto por edificios en ruinas y extensas
columnas de humo. Se disputaron varias jornadas entre el
sonido de las sirenas y las constantes carreras para
acudir a los refugios, jugando en un estado de tensión
como ninguno de los participantes había conocido.
Varias rondas se debieron jugar en distintos hospitales
de la ciudad, porque varios de los participantes se
encontraban enfermos o heridos... tal vez todos ellos
quisieron evadirse del horror permitiendo que su mente
entrara en su mundo más querido: el de unas piezas que
danzan por un tablero según los caprichosos designios
de cada jugador, momento en el cual el tiempo parecía
detenerse y todo lo que no fuese dar caza al rey rival,
disparos y bombas incluidos, parecía pertenecer a un
mundo muy, muy lejano. Por desgracia, en semejantes
condiciones el torneo no se pudo jugar al completo (Ver
tabla), pero para el
recuerdo quedará la valentía de un puñado de
ajedrecistas que decidieron enfrentarse al terror
haciendo lo que más les gustaba: jugar al ajedrez.
La
increíble valentía de Ilya Rabinovich
Ser uno de los escogidos para subir a bordo de uno de
los camiones que cruzaban el lago Ladoga era todo un
golpe de suerte. Sin embargo, cuando la fortuna sonrió
a Ilya Rabinovich, la proposición fue sorprendentemente
rechazada con las siguientes palabras: "He sido
campeón de la ciudad en 11 ocasiones, no puedo
abandonarla en momentos tan difíciles".
Rabinovich se ofreció voluntario para emitir mensajes
en alemán por la radio, los cuales estaban destinados a
confundir al enemigo. Finalmente Ilya, absolutamente
demacrado por las privaciones a las que se vio sometido,
falleció de agotamiento.
El maestro Vladimir Alatortsev también decidió
quedarse en la ciudad y ayudó a otros maestros de
ajedrez, como Lisitsin o Ravinsky, a huir de Leningrado.
No se puede dejar de mencionar la historia personal de
Viktor Korchnoi, subcampeón del mundo y ganador de múltiples
torneos, que con sólo 10 años vivió toda la crudeza
del sitio de Leningrado en primera persona, teniendo que
robar cartillas de racionamiento de los cadáveres que
encontraba para poder sobrevivir. Korchnoi vivió otra
experiencia terrible al tener que arrastrar durante
varios kilómetros por la nieve los cadáveres de dos
familiares para poder llevarlos al cementerio. Sin duda,
estas vivencias marcaron profundamente su carácter,
convirtiéndole en el ajedrecista aguerrido y luchador
que llegó a dominar el ajedrez mundial en los años 70.
El
ajedrez siempre a su lado
Cuando una persona se encuentra en sus horas más
oscuras y es incapaz de separarse del ajedrez, sólo
podemos estar hablando de verdadera pasión. Pasión que
sentía Alexander Chistiakov, brillante jugador táctico,
que estuvo enrolado en un batallón de zapadores de
Crimea que ayudaba a tender puentes y minar distintas
zonas de Ucrania para detener el avance del enemigo, y
que dentro de su complejo uniforme de campaña siempre
llevaba un pequeño juego de ajedrez de plástico que
había comprado en Leningrado... cuando las balas
dejaban de silbar sobre su cabeza, sin importar el lugar
en el que se encontrase, Chistiakov regresaba
invariablemente al ajedrez.
La historia de Piotr Dubinin es similar a la de
Chistiakov. En su mochila, que formaba parte de su
indumentaria de soldado, siempre llevaba un libro de
ajedrez... cómo Piotr conseguía el ánimo suficiente
para sumergirse en su lectura en tales circunstancias es
todo un misterio. Dubinin protagonizó un curioso y
valiente gesto en 1945 al declinar la invitación para
disputar las semifinales del Campeonato de la URSS para
seguir participando en la contienda. Sin embargo, tantos
meses en el frente terminaron por pasarle factura:
Dubinin terminó sufriendo neurosis, motivo por el cual
fue desmovilizado con el rango de subcomandante de
batallón.
La
odisea de Levenfish
Grigory Levenfish, en su afán por alejarse del
conflicto, vivió toda una odisea que a punto estuvo de
costarle la vida. Su familia había sido evacuada a los
Urales y Levenfish quiso seguir sus pasos para reunirse
con ellos. Tomando el último tren antes de que la línea
fuese cortada, consiguió su propósito, aunque este
viaje le condujo a una nueva situación desesperada: el
rigor del invierno golpeó con toda su crudeza en los
Urales y la vida, soportando temperaturas de hasta -52
ºC, se hizo insoportable. Por este motivo, junto a su
familia, Levenfish comenzó otro largo y penoso viaje a
pie buscando un tren que les llevase hacia el este.
Caminando varios kilómetros entre la nieve, helados,
hambrientos y exhaustos lograron subirse a un tren que
les condujo a Kubishev. En la estación de esa ciudad
les esperaba Andor Lilienthal, que fue incapaz de
reconocer a su antiguo colega, poniendo una cara de
horror indescriptible cuando una persona helada,
totalmente empapada y harapienta se le acercó para
saludarle.
Tras pasar dos semanas en una casa de acogida, Levenfish
pudo encontrar un empleo como ingeniero y logró
sobrevivir a tiempos tan complicados. No fue hasta 1946
cuando pudo regresar a su querida Leningrado, ciudad que
le costó reconocer tras los continuos bombardeos a los
que había sido sometida.
El
ajedrez para aliviar el dolor
Por iniciativa de Boris Veinstein, se fraguó una
iniciativa que pretendía llevar el ajedrez a los
hospitales, cuarteles y escuelas militares. De este
modo, comenzó una actividad febril en forma de
conferencias, lecturas y sesiones de simultáneas a
cargo de célebres maestros como Panov, Alatortsev,
Udovich, Zubarev y Dus Chotimirsky, que recibió el
pintoresco nombre de "La brigada de profesores de
ajedrez". En total visitaron más de 2.400
hospitales, aeródromos y bases militares, intentando
aliviar el sufrimiento de todos los que estaban
padeciendo el rigor de la guerra ofreciéndoles un
pasatiempo en el que ocupar sus mentes... y de paso
popularizar el ajedrez entre la población.
Héroes
anónimos
En tiempos difíciles suelen aparecer los gestos más
valientes. Miles de personas decidieron revelarse ante
la invasión y se alistaron en el cuerpo de voluntarios
para poder entrar en combate. Ese fue el caso de
Alexander Tolush, que fue rechazado en el ejército
regular por unos problemas en los vasos sanguíneos de
una de sus piernas y terminó entrando en combate en
varias ocasiones enrolado en el cuerpo de voluntarios.
Vladimir German, redactor de la célebre revista
Shakhtmaty SSSR, fue puesto al frente de la unidad de
inteligencia... le concedieron 13 medallas por su labor.
El maestro Victor Vasiliev también fue rechazado por el
ejército regular por sus problemas de vista, por lo que
decidió enrolarse en el cuerpo de voluntarios. Tras
entrar en combate en numerosas ocasiones, terminó
perdiendo un pie, una mano y varios dedos de la otra
mano por congelación. Aún así logró sobrevivir a la
guerra, aunque falleció 5 años después de
tuberculosis.
Javier
Cordero Fernández
(7
Noviembre 2014) |