El caso de Rudolf Rezso Charousek es uno de los más
tristes de la historia del ajedrez. Con un potencial
increíble para jugar al ajedrez, Charousek pasó por el
mundo de los torneos de forma fugaz y brillante. No sólo
obtuvo unos resultados excelentes, su juego táctico era
espectacular y profundo, toda una rebelión ante las
nuevas tendencias que se estaban imponiendo en el
ajedrez de manos de Steinitz y Tarrasch.
No fueron pocos los que vaticinaron que había nacido un
nuevo campeón del mundo, incluso Lasker declaró que
tarde o temprano tendría que jugar un match contra
Charousek en el que pondría en juego su corona. Pero la
fatalidad se cruzó en su camino en forma de una
enfermedad que en aquella época era terrible: la
tuberculosis. Debido a los estragos de esta enfermedad
el juego de Charousek fue decayendo, hasta forzarle a
abandonar el ajedrez. Después de esto, su luz se fue
apagando con rapidez y en pocos meses falleció. El
ajedrez perdió en el transcurso de unos pocos años a
dos de sus estrellas: Pillsbury y Charousek, que
fallecieron por la misma causa... una pérdida
irreparable. |