Ivan Turgenev es uno de los nombres destacados dentro de
las letras rusas... lo cual, de entrada, ya es una
poderosa credencial. Descendiente de alta cuna, pudo conocer
desde dentro a la nobleza rusa asociada a los zares y darse cuenta de la realidad que le
rodeaba: un mundo frío y superficial que nada le aportaba
y sobre el que decidió escribir de forma crítica en
muchas de sus obras. Turgenev no fue el único escritor
ruso que abordó esta problemática: en la obra de Leon
Tolstoi también encontramos ácidas críticas, repletas
de ironía, dedicadas a la aristocracia rusa.
Turgenev fue muy aficionado al ajedrez, algo que era
bastante común entre los nobles rusos de la época,
llegando a alcanzar un nivel más que respetable. De
hecho, cada vez que acudía a París era un asiduo al
famoso Café de la Régence, lugar donde llegó a
organizar un torneo donando un premio de 100 francos... el
propio Turgenev participó en el torneo, que fue ganado
por Brun. En el café también jugó un match con Maczuski,
siendo la partida que vemos la primera de dicho encuentro.
Existe
otra partida suya disputada contra el Barón Ignatz Von
Kolisch que data de la época en la que este fenomenal
maestro se había retirado del ajedrez para dedicarse a sus negocios
en la Banca de Viena: Ver
partida. Ivan
Turgenev
En una de sus obras más conocidas, "Historias de un cazador", podemos
descubrir el pensamiento de Turgenev y su fino talento para la
escritura, donde nos muestra, a través de multitud de historias distintas, su
visión de la Rusia de mediados del siglo XIX . A través
de los ojos de un noble ruso muy aficionado a la caza,
iremos conociendo a nobles y mujiks (campesinos), por lo
que podremos introducirnos en las raíces mismas de una sociedad completamente desfasada y
anclada en el tiempo, donde una minoría atesora toda la
riqueza y somete al resto a su caprichosa voluntad. Esa privilegiada
clase alta, en su mayoría personas sin ningún talento,
gozan de todos los lujos imaginables sin necesidad de
haber movido un sólo dedo a lo largo de toda su vida, mientras sus
siervos y campesinos reciben castigo tras castigo en una
vida en la que sólo conocen el trabajo sin descanso a las órdenes
de su barín. Un mujik sólo conocía la miseria y la
humillación, sometido a normas injustas y constantes
maltratos, mientras sus amos, nobles sólo de título,
vivían entre lujos, con despilfarros inimaginables y una
existencia que en muchos casos se acercaba a la más
absurda extravagancia.
Pero en las obras de Turgenev también encontraremos una inagotable pasión por la naturaleza
claramente visible a través de bellas descripciones que nos transportarán a
la exuberante Rusia y nos harán olvidar que vivimos en
un mundo donde las pequeñas cosas, como disfrutar de la naturaleza, parecen haber
perdido gran parte de su significado y donde no parece
haber tiempo para detenerse a contemplar algo que no sea la escalera
para ascender hacia el éxito.
Javier
Cordero Fernández
(6
Enero 2015) |