Solo el ajedrez puede atraer a dos genios a la vez. En
este caso se trata de Albert Einstein, el científico
más famoso del siglo XX, y su amigo, no menos
brillante, Robert Oppenheimer (Físico atómico). De
Einstein poco se puede decir que no sea de dominio
público, aunque no se puede dejar de mencionar su
patente sobre la Teoría de la relatividad, un campo que
apasiona a todo el que le gusta la Física (entre los
que me incluyo) y que sirve para exprimir nuestras
neuronas tratando de comprender todo lo que subyace de
esa idea.
El nombre de Oppenheimer está ligado a un hecho mucho
más oscuro que la teoría de la Relatividad: la bomba
atómica. Oppenheimer dirigió el grupo que investigó
la utilización de la energía atómica como arma y que
finalmente creó la Boma H que se lanzó sobre Hiroshima
y Nagasaki. Hay que decir que Oppenheimer se mostró
horrorizado ante la utilización que el ejército hizo
de su creación, aunque resulta poco creíble que no se
imaginase el uso que se le iba a dar. De todos modos,
Oppenheimer se mostró arrepentido e inició una cruzada
para impedir que la energía atómica fuese utilizada en
los programas de desarrollo armamentístico de las
grandes potencias, algo por lo que fue vetado y repudiado
en su país.
Tras ser vetado por el gobierno, Oppenheimer se dedicó
a la enseñanza, tiempo que utilizó para seguir
investigando en temas tan apasionantes como la mecánica
cuántica. Sus clases gozaban de una gran reputación y
fue reclamado para dar multitud de conferencias. Al
igual que Einstein, y muchas mentes brillantes más, fue
un apasionado del ajedrez, aunque a la vista de esta
partida fue más brillante en el mundo de la Física que
en los tableros de ajedrez. |