El ataque lo tiene todo: ruptura del centro con el
primer sacrificio, enroques opuestos (característica
ideal para el ajedrez táctico) y una columna abierta
sobre el enroque rival (que más bien parece una
autopista) conseguida al lanzar una torre contra las
murallas enemigas.
Con partidas así uno nunca puede llegar a cansarse del
ajedrez y este juego cautivará a todo el que se acerque
a él. Con el último sacrificio de torre parece
imposible que las blancas puedan ganar con tan poco
material, pero Ostapenko explota con habilidad la fuerza
de su pareja de alfiles y la soledad en que se encuentra
el rey negro (con muchos soldados en su ejército, pero
demasiado lejos para acudir en su auxilio). ¡VIVA EL
AJEDREZ DE ATAQUE!.
Por cierto, otra obra de arte firmada por un jugador
soviético, generación que tiene la injusta fama de ser
áridos en su estilo, pero cuyo legado en forma de
partidas brillantes es realmente amplio. De hecho,
Rusia, y después la URSS, ha sido cuna de genios de
distintas disciplinas, desde escritores hasta músicos,
todo lo relacionado con el arte era cultivado con mimo
desde las gélidas tierras rusas. |