El ajedrez romántico languidecía a principios del
siglo XX, pero aun existían jugadores capaces de
rebelarse contra la tiranía del ajedrez posicional y
fijarse como meta buscar la belleza dentro de un
tablero, para lograr este fin no escatimaban esfuerzos
ni sacrificios de pieza.
Ambos jugadores eran conocidos en el ámbito del ajedrez
por correspondencia, aunque sus participaciones en
torneos pasaron totalmente desapercibidas. Pero eso no
importa, lo importante son las partidas que estos
jugadores, casi anónimos, nos brindaron.
Me encanta la temeridad del negro ante la amenaza de la
entrada del caballo en c7, parece decir: "¿Ah si?,
pues no me importa lo que hagas". Las negras se
limitan a aprovechar la falta de desarrollo del flanco
de rey blanco, por eso no les importa sacrificar la
calidad a cambio de enrocarse y continuar con la
coordinación de sus piezas. En la jugada 14 todas las
piezas negras se encuentran en plena armonía, además
dominan el centro con claridad, el sacrificio de torre
es una nimiedad comparado con todo lo que se ha
conseguido... hay veces que parece que te están
invitando a atacar.
El ataque final fue limpio y demoledor, con las negras
ofreciendo alguna pieza más debido a la contundencia de
éste. Una partida que nos enseña como aprovechar las
debilidades del rival y nos alecciona para que juguemos
con agresividad cuando tenemos la iniciativa. |