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El rey solitario

Edgar, R. B. - Lott, T. W.

Correspondencia 1955

1.d4 f5 2.e4 fxe4 3.Cc3 Cf6 4.Ag5 e6 5.Axf6 Dxf6 6.Cxe4 Dg6 7.Ad3 Dxg2 8.Dh5+ g6 9.De5 Dxh1 10.Dxh8 Dxg1+ 11.Rd2 Dxa1 12.Cf6+ Re7 13.Cd5+ exd5 14.Dxh7+ Rd6 15.Dxg6+ Re7 16.Dg5+ Rf7 17.Ag6+ Rg8 18.Df6 Ab4+ 19.c3 Dxb2+ 20.Rd1 Da1+ 21.Re2 Db2+ 22.Rf3 Dxc3+ 23.Rg2 1–0

Después de 9...Dxh1

 

         No es la primera vez que hablo sobre el importante legado del ajedrez por correspondencia. En las partidas postales se juntan varios ingredientes positivos, como la disponibilidad de mucho tiempo para la reflexión y cálculo de infinitas variantes (algo ideal para el desarrollo de partidas tácticas) o la ausencia de la terrible presión que un ajedrecista sufre en los torneos (lo que permite tomar riesgos y jugar partidas donde ambos jugadores se diviertan). Esto confiere a este tipo de partidas un aroma especial. Es una verdadera pena que la proliferación de los programas de ajedrez haya condenado a esta disciplina a la total extinción... nadie puede tener la certeza de que su rival no se está ayudando de un programa desde su casa.

         Esta partida es muy poco conocida, como otras muchas partidas postales, pero es un buen ejemplo de cómo y cuándo pasar al ataque. Ciertamente el peligro se cernía sobre la cabeza del rey, ya que llega un momento en que el bando negro sólo juega con su dama. Las blancas han sido más emprendedoras y han llevado al campo de batalla más soldados. Tras los sacrificios, el ejército negro es más numeroso, pero la mayoría no ha salido de los cuarteles o se encuentran alejados en parajes extraños (la casilla a1). De ese modo nadie defiende la cabeza de su rey, que será acosado y conducido al patíbulo de forma irremediable. 

         Cuando se enseña a una persona a jugar al ajedrez, se le deben mostrar partidas de este tipo para que entienda lo peligroso que puede llegar a ser hacer un desarrollo pobre y un rey mal situado en el centro.

 

 

 

 

 

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