Andor Lilienthal nació el 5 de Mayo de 1911, en Moscú
(Rusia), aunque desde una temprana edad residió en
Budapest, adoptando la nacionalidad húngara.
Lilienthal se preparó durante su juventud para el
oficio de sastre y esa sería su profesión durante
varios años. Descubrió el ajedrez a una edad tardía:
a los 17 años, algo que siempre representa un lastre en
comparación a los jugadores que lo aprendieron con
pocos años de edad. Sólo 3 años después decidió
dedicarse en profundidad al ajedrez tomándolo como su
nuevo oficio. Una decisión arriesgada ya que en aquella
época los ajedrecistas profesio- nales pasaban
auténticas penurias y muchos de ellos terminaban sus
vidas en la más completa de las miserias. Pero
Lilienthal amaba el ajedrez más que a ninguna otra cosa
y poco le importaba el aspecto económico, delante de un
tablero era feliz y comprendió que esa felicidad es
algo que llega a alcanzar pocas personas.
Durante una época vivió en Berlín, donde entró en
contacto con el círculo ajedrecístico de la ciudad.
Esto resultó muy positivo para el progreso del joven
Andor, que deseaba mejorar a toda costa y recuperar el
tiempo perdido. Algo parecido le ocurrió cuando
estableció su residencia en París, donde frecuentó
con asiduidad el Café de la Regencé, lo que le sirvió
para conocer a Alexander Alekhine y Ossip Bernstein. Fue
allí donde su fama empezó a crecer, sobre todo gracias
a su gran capacidad para disputar partidas rápidas.
Su aparición en los torneos europeos fue realmente
exitosa, su nombre aparecía en la parte alta de las
clasificaciones y sus partidas no pasaban
desapercibidas. Estas buenas sensaciones las confirmó
con varias actuacio- nes sensacionales en las
Olimpiadas, siempre representando a Hungría: Folkestone
(1933) 10/13, Varsovia (1935) 15/19, y Estocolmo (1937)
12/17.
El público le recibió con agrado, no en vano
Lilienthal tenía un fino olfato para el ajedrez
táctico y por ello disputó varias partidas con
preciosas combinaciones... de las que sin duda sobresale
su triunfo ante Capablanca en Hastings 1935, en la que
barrió del tablero al genial jugador cubano con un
fenomenal sacrifico de dama. Podéis ver la partida en: Lilienthal
- Capablanca,
sin duda una de las partidas más brillante de la
historia del ajedrez.
A finales de los años 30 decidió abandonar Hungría
para instalarse en Moscú, por lo que pasó a jugar bajo
bandera soviética. Los éxitos continuaron llegando,
incluido un triunfo en el campeonato de la URSS de 1940,
sin duda la mejor actuación a lo largo de su carrera.
Podéis ver la tabla de dicho Campeonato en: Cto.
URSS 1940.
El punto álgido de su carrera llegó a finales de los
40, cuando logró plaza para el torneo de candidatos al
campeonato del mundo tras quedar en 5º lugar en el
Interzonal de Saltsjobaden ante una durísima
competencia. En dicho torneo de candidatos finalizó en
último lugar a 5 puntos del ganador. Esto lo logró con
39 años, edad que marca, más o menos, la plenitud de
un ajedrecista... en el caso de Lilienthal fue así, a
partir de ese momento sus resultados fueron empeorando
paulatinamente y poco a poco su nombre fue
desapareciendo de la élite del ajedrez.
Finalmente, tras pelear durante muchos años, logró
estar en una final de un campeonato del mundo... como
ayudante de Vassily Smyslov. También como analista fue
muy apreciado, ya que también fue el segundo de a bordo
de Tigran Petrosian.
Su estilo de juego es complicado de calificar. Si uno
echa un vistazo a sus partidas encontrará un poco de
todo: buen dominio del juego posicional y de los
finales, pero también hallarán partidas con bonitas
combinaciones y contundentes ataques contra el enroque.
Lilienthal era un jugador todoterreno, con calidad para
moverse con solvencia en todos los campos del ajedrez.
Como persona era de carácter alegre y tranquilo, lo que
le sirvió para tener excelentes relaciones con sus
rivales. Son muy conocidas sus amistades con 3 campeones
del mundo: Lasker, Alekhine y Fischer (estos tres nom-
bres nos hablan de una carrera repleta de
acontecimientos a lo largo de muchas décadas batallando
en el tablero). Pero también se achaca a este carácter
la imposibilidad de haber llegado más alto en su
carrera, le faltaba el instinto asesino necesario para
cualquier deporte y que si tuvieron otros grandes
campeones como Alekhine, Botvinnik, Fischer o Kasparov.
Con Lilienthal hemos perdido a uno de esos jugadores
querido por todos y también se ha roto una conexión
con el pasado, es como si hubiésemos roto por completo
con los tiempos de Alekhine y Capablanca, que a partir
del 8 de Mayo de 2010 nos quedarán todavía más lejos.
Javier
Cordero Fernández
(9
Mayo 2010) |