Él mismo reconocía sus
malas relaciones con sus compañeros de tablero, aunque
siempre se las ingeniaba para cargar toda la culpa a su
rival. Romanovsky, Bronstein, Euwe, Levenfish, Petrosian
o Smyslov son algunos de los jugadores a los que ni
siquiera saludaba. Y es que Botvinnik era una persona
que jamás cambiaba de opinión, si defendía una idea
lo hacía hasta el final, sin desviarse ni un ápice del
camino que él creía correcto.
Lo que no podemos negar es que con esta forma de ser y
de trabajar consiguió excelentes resultados, manteniéndose
en la cúpula del ajedrez durante muchos años.
Botvinnik trasladó su rectitud de carácter a sus
partidas, de hecho es algo que hacemos todos: jugamos
tal cual es nuestra forma de ser. Botvinnik era estricto
fuera y dentro del tablero, su juego era puramente
posicional, siempre a la búsqueda de la mejor jugada y
desechando cualquier efecto estético que pudiese
aplicar a la partida... el ajedrez como ciencia y no
como arte. |