En el ajedrez no existe nada más excitante que una
persecución al rey a lo largo de todo el tablero.
Generalmente se logra conducir al rey enemigo hacia el
centro mediante algún sacrificio de pieza, es en ese
momento cuando hay que apretar al máximo para estrechar
el cerco sobre la presa.
En esta ocasión la partida no fue disputada por
jugadores conocidos. Esta es otra de las grandezas del ajedrez,
se pueden firmar obras de arte casi desde el anonimato y
que tengan una gran relevancia en la historia. La verdad
es que me ha resultado imposible seguir el rastro a
Huber y no he conseguido identificarle, aunque nos dejó esta joya basada en la idea del
sacrificio de dama que puso en práctica Kermur de Legal en el siglo
XVIII.
Huber simplemente aprovechó que el rey negro se
encontraba en el centro, sin enrocar. Jugando con las
piezas negras nunca hay que descuidar el desarrollo de
nuestras piezas, ya que llevamos un tiempo de
desventaja, lo que da la iniciativa a nuestro rival. Las
piezas menores blancas entran todas en juego y además
de forma coordinada, lo que representa un vendaval que
lleva al rey negro al centro. Huber declinó dar mate en
la jugada 17, mediante Cc3++, tal vez atraído por la estética
de ajusticiar al rey enemigo en la primera fila, tras
haberle obligado a cruzar el tablero entero. Tal vez no
sea la partida mejor jugada de la historia, pero manejar
al rey negro de esta manera, como si fuese una
marioneta, tiene un componente de belleza añadido. |