Los dirigentes de la antigua Unión Soviética tenían
una premisa muy clara: llevar el ajedrez al pueblo.
Consideraban que este juego reportaría grandes
beneficios al que lo practicase, sobre todo a los más jóvenes.
Por eso decidieron introducirlo en las escuelas y darle
una gran publicidad, catapultando a los grandes maestros
al nivel de estrellas. Los más pequeños querían
emular a sus grandes ídolos y para ellos se crearon los
'Palacios de pioneros', lugares donde podían recibir
clases de ajedrez a cargo de monitores especializados,
siempre fuera del horario escolar. Por dichos palacios
pasaron los que serían futuras estrellas de este
deporte como Tahl, Spassky, Stein, etc.
El ajedrez estaba en la calle y varios de sus artistas
jugaban por y para el aficionado, tratando de agradar,
siempre que podían, al público. No es un secreto que
Tahl siempre se posicionó del lado de estos últimos,
lo cual no deja de sorprender en un jugador que fue
campeón del mundo en un deporte donde lo que prima es
la victoria y nada más que la victoria. En ciertas
ocasiones Tahl realizaba jugadas con las que pretendía
sorprender al público, cautivarlo, con acrobacias sin
red en posiciones complicadas donde no le importaba
asumir toda clase de riesgos. Podemos decir que Tahl
jugaba para el pueblo, reflexión que me permite
conectar con otra figura emblemática: el poeta Miguel
Hernández, el cual escribía para el pueblo con la
misma pasión que Misha aplicaba a sus partidas.
La
conexión entre estas dos figuras se puede condensar en
uno de los escritos más populares del poeta: Viento del
pueblo, del que pueden leer un extracto a continuación: |