Descubrir partidas nuevas siempre
resulta satisfactorio. Ésta en concreto ha sido
rescatada por Joaquim Travesset, que a
través de sus artículos se está convirtiendo en un
todo arqueólogo del ajedrez, eso sí, sin látigo ni
sombrero. Joaquim ha desempolvado la información de
multitud de torneos antiguos, de los cuales apenas
quedaba algún vestigio, y de algún jugador poco
conocido. Arrojar luz sobre la historia del ajedrez
siempre es una tarea digna de agradecer.
José María Baquero, nacido en Barcelona, entró en
contacto con el ajedrez desde una edad temprana, ya que
a los 4 años su padre ya le llevaba al Café Imperial
de Barcelona donde el niño observaba con curiosidad las
partidas de damas y ajedrez. Así, viendo como las
piezas iban y venían, aprendió los movimientos de
ambos juegos. Ante un tablero de ajedrez sorprendió a
todos por la rapidez con la que consiguió dominar los
misterios del juego. Al poco tiempo fue tomado como
alumno por Joan Carbó, fuerte jugador barcelonés, lo
que le ayudó a progresar con rapidez.
Su carrera no tiene hitos reseñables, en aquellos
tiempos no se organizaban muchos torneos y además
Baquero nunca fue profesional. Su fuerza en el tablero
es indiscutible, como prueba esta espectacular partida y
como demuestran los testimonios de la época que le
etiquetaron como mejor jugador de Barcelona cuando sólo
tenía 16 años. Sobre todo disputó encuentros
individuales, en los que nunca fue derrotado.
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