Cuando en un tablero de ajedrez se plantea una batalla
donde ambos bandos no rehuyen el combate, la partida
suele ser apasionante. Si los protagonistas son Milan
Vidmar y Vladas Mikenas, dos jugadores de estilo
táctico, en el tablero pueden saltar chispas... que
comenzaron a aparecer en plena apertura, con el primer
golpe de Mikenas. Ese primer sacrificio se produce
merced a un mejor desarrollo de las piezas menores
negras, aunque las blancas dominaban el centro con
claridad gracias a sus peones. Tal vez el sacrificio se
produjo por dos motivos: atacar gracias a dicho mejor
desarrollo y desmantelamiento del centro de peones rival
(para impedir que el dominio central pueda degenerar en
un contraataque de las blancas).
Lo que sigue al primer sacrificio es pura locura
táctica. Vidmar decide que la mejor defensa es un buen
ataque, por lo que lanza sus piezas contra el rey
enemigo, poniendo el tablero patas arriba. Parece que en
todo momento la ventaja es de las negras, ya que Vidmar
había entregado mucho material, pero la posición era
los bastante complicada como para poder voltear la
situación en cualquier momento.
No dejen de echar un vistazo a la posición tras la
jugada 23, parece que el tablero haya sido barrido por
un tornado y con los restos de lo que antes fueron
piezas de ajedrez Mikenas remató la lucha con
brillantez. Sin duda una partida digna del torneo que
estaban disputando: la Olimpiada de ajedrez.
En unos tiempos dónde se está debatiendo con
intensidad sobre la falta de espectacularidad en las
partidas, uno no puede dejar de echar la vista hacia
atrás y dedicarse a buscar el juego de los maestros
antiguos, los cuales concebían el ajedrez de una manera
muy distinta a la actual.
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