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Con pantalones y a lo loco

Thorold, Edmund - Green

Londres 1865

1.e4 e5 2.Cf3 Cc6 3.d4 exd4 4.Ac4 Ac5 5.Cg5 Ch6 6.Dh5 De7 7.0–0 d6 8.h3 Ce5 9.Ab3 Ad7 10.f4 Cg6 11.f5 0–0–0 12.fxg6 d3+ 13.Rh1 hxg6 14.Dd1 f6 15.cxd3 fxg5 16.Cc3 g4 17.Cd5 Dh4 18.De1 g3 19.Tf4 Cg4 20.Ae3 Axe3 21.Da5 Ab6 22.Cxb6+ cxb6 23.Dxa7 Cf2+ 24.Txf2 gxf2 25.Tc1+ Ac6 26.Ae6+ Rc7 27.Txc6+ Rxc6 28.Ad5+ Rc5 29.Da3+ Rd4 30.Dc3+ Re3 31.d4+ Re2 32.Ac4+ Rd1 33.Dd3+ Rc1 34.De3+ Rxb2 35.Dd2+ Ra3 36.Dc3+ Ra4 37.Db3+ Ra5 1–0

         

Después de 20...Axe3                Después de 23...Cf2+                Después de 26...Rc7

 

           Una de las grandezas de la época romántica residía en que cualquier jugador, aunque fuese casi desconocido, podía firmar su propia obra de arte. Esto supuso un enorme legado, a pesar de que en aquellos tiempos no se disputaban demasiados torneos, por lo que el número de partidas era ínfimo en comparación con los tiempos modernos. Cuando se la califica como la edad de oro del ajedrez, no se hace a la ligera. Todo aficionado que se precie debe estudiar y conocer este tipo de partidas, esto le ayudará a comprender que hay muchas formas de jugar al ajedrez y cada cual debe encontrar la suya, que en la mayoría de ocasiones es la que mejor se amolda a su personalidad.

Edmund Thorold

           Edmund Thorold no destacó demasiado entre los ajedrecistas del siglo XIX. Debo reconocer que yo le conocía por su derrota ante Tarrasch, una partida que he encontrado en distintos libros, y no por sus logros en el tablero. Pero el ajedrez tiene esa característica, cualquier jugador, por modesto que sea, puede pasar a la posteridad gracias a alguna de sus partidas. No creo que esto ocurra en ningún otro deporte, donde la gloria sólo está reservada a los jugadores que están en la élite. En el ajedrez todo jugador tiene la oportunidad de pasar a la posteridad, basta echar un rápido vistazo a esta web para poder comprobarlo.

           Esta partida me gustó desde un principio porque ambos bandos decidieron jugar sin miedo y de forma ofensiva. Pero lo que más me llamó la atención fue la sangra fría de Thorold, que en la jugada 21 decidió alejar su propia dama de la defensa, cuando las negras más apretaban, sabiendo que su rey estaba rodeado por el enemigo, pero a salvo. En la cabeza de Thorold sólo estaba el plan de conducir al rey enemigo al patíbulo y no le preocupó para nada la seguridad de su propio monarca. La extracción del rey hacia el centro, tan de moda en aquella época, se hizo de forma brillante, lo que hace que 146 años después estemos hablando de esta partida a través de un medio que llega a cualquier rincón del planeta.

 

 

 

 

 

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