Eran tiempos donde se jugaba al ajedrez de otra manera.
No importaba demasiado que la apertura fuese segura, lo
que interesaba era jugar y lanzarse a por la victoria a
tumba abierta. De entre los apasionados por esta forma
de jugar destacaba Mikhail Chigorin, jugador de una
clase indiscutible que tenía un estilo cuanto menos
peculiar.
Chigorin aplicaba sus ideas propias durante sus
partidas, lo que en ocasiones las convertía en una
lucha entre dos formas antagónicas de ver el ajedrez.
Rescató ciertos dogmas románticos en tiempos donde
éstos estaban siendo desterrados del tablero por el
racionalismo de Steinitz y Tarrasch. Por todo ello se ha
ganado un sitio preferencial en la historia del ajedrez,
tanto por su talento como por lo que aportó al
desarrollo del juego con sus ideas innovadoras. Hoy,
esta parte del ajedrez está condenada al olvido, no
existen jugadores que innoven y aporten nuevas ideas, ya
que han sido sustituidos por 'monstruos' que viven
dentro de ordenadores y que piensan por los seres
humanos... es la era de la tecnología, donde todo se
vuelve más artificial, incluso el ajedrez.
Mikhail
Chigorin
Esta partida es muy representativa del estilo de
Chigorin, siempre osado y atrevido en el tablero. La
velocidad a la que consiguió la victoria ya no es tan
normal. Es comprensible que Victor Knorre no tuviese ni
idea de lo que se le venía encima, ya que hubo jugadas
verdaderamente profundas y complicadas. Estamos ante una
partida de ataque en toda regla: entrega de la dama y
total desprecio por la seguridad del rey propio. Pero
así era el ajedrez de los románticos, a veces era más
importante la posibilidad de firmar una obra de arte que
el resultado mismo de la partida.
Lo que sigue tras el sacrificio de dama es una verdadera
lección de como jugar al ajedrez y aprovechar al
máximo los recursos disponibles: creación de columnas
abiertas y máximo rendimiento de las piezas menores,
aprovechando temas esenciales del ajedrez, como la
clavada. No es sencillo encontrar victorias tan
fulminantes como esta y con el componente estético que
Chigorin supo darle.
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