El ajedrez tiene un componente de incertidumbre desde la
apertura. Las blancas eligen el rumbo en la primera
jugada, pero las negras pueden escoger entre un gran número
de continuaciones cuando les llega el momento de mover.
Cuando juegas 1.e4 siempre tienes la esperanza de jugar
una apertura abierta o una siciliana, que siempre
promete emociones fuertes. Cuando la respuesta es 1...e6
(defensa francesa), te dices: "Vaya, a pelear
por cada milímetro de tablero". En esta
apertura lo habitual es llevar nuestro peón a e5 y
presionar con fuerza en el centro. Las negras, por su
parte, tratarán de atacar el punto débil d4 a través
de c5. Habitualmente la posición se cierra herméticamente
debido a las cadenas de peones y la lucha se convierte
en posicional, volviéndose un tema delicado dónde y cuándo
romper dicha cadena de infantes. A veces la defensa
Caro-Kann desemboca en posiciones parecidas, por lo que
es una apertura de probada solidez, tal y como ha
demostrado Anand ante Shirov hace unas semanas. Es
curioso que en su siguiente torneo Shirov abrió todas
sus partidas con blancas con d4, huyendo despavorido de
una posible Caro-Kann que seguro que sus rivales le habrían
planteando.
Viendo los nombres de los grandes expertos en esta
defensa, todo se comprende: Mikhail Botvinnik, Tigran
Petrosian o Viktor Korchnoi la utilizaron con mucha
frecuencia. Por eso, la jugada 1...e6 no promete
emociones fuertes... salvo si la mano que la realiza es
la de Mikhail Tahl. Las negras abrieron varías vías
por las que poder lanzar sus piezas, eso sí, a costa de
debilitar su enroque. Tras la entrega de calidad las
piezas negras se coordinan y pasan al ataque, poco
importa tener menos material cuando nuestras tropas se
mueven con más habilidad. Tahl nos demuestra que con
imaginación se puede atacar en todo tipo de
situaciones, incluidas las aperturas más cerradas. Son
los detalles que nos dejó un jugador genial, que por
aquel entonces sólo tenía 18 años, un ajedrez
diferente, muy alejado de lo que hoy conocemos. |