Noa sacrifica una torre para conseguir una poderosa
vanguardia de peones, los soldados más humildes se
convertirán en los héroes de la batalla. El final
también nos demuestra lo bien que funciona la pareja de
alfiles con mucho espacio por donde poder moverse. Una
partida que puede ser mostrada a toda persona que esté
aprendiendo a jugar para alertarle sobre el valor
relativo de las piezas y como a veces, sacrificando
material, se obtienen poderosos ataques que decantan la
balanza a nuestro favor. Esto es el ajedrez, un juego
con posibilidades infinitas en el que no se pone límite
a la imaginación.
Josef Noa fue un jugador modesto que no brilló
demasiado a lo largo de su carrera, pero en esta
ocasión hizo una gran demostración ante uno de los
mejores jugadores del mundo (Zukertort sólo fue
superado por Wilhelm Steinitz). |