Alexander Koblenz destacó más como entrenador de ajedrez
que como jugador, y la fama le llegó tras ser el
preparador de un joven muy prometedor llamado Mikhail
Tahl. Fue entrenador del campeón del mundo durante muchos
años, a pesar de que Tahl tuvo otros entrenadores en
diferente épocas. Pronto quedó claro que no le podría
enseñar nada nuevo, pero Koblenz cumplía otra misión,
entendía a Tahl como nadie y le aportaba el equilibrio y
el orden que éste necesitaba.
Koblenz amaba el ajedrez, tanto, que decidió no heredar
el negocio familiar, lo que le habría dado una vida
tranquila y sin sobresaltos. En aquellos tiempos escoger
el ajedrez como profesión era bastante arriesgado, exponiéndote
a llevar una vida llena de penurias. Pero Koblenz era
feliz cuando se sentaba delante de un tablero y todo lo
demás le parecía secundario.
Era periodista y jugador a partes iguales (tal como
Tartakower), su conocimiento de varios idiomas facilitó
su labor periodística, permitiéndole viajar por toda
Europa (hay que recordar que Letonia fue anexionada a la
URSS en 1940, por lo que Koblenz no tuvo problemas para
desplazarse a su antojo por Europa hasta esa fecha). Llegó
a conocer a todas las figuras de esa época, entrevistando
y conociendo en profundidad a Lasker, Euwe, Capablanca,
Alekhine o Spielmann.
Durante la década de los 30 vivió en España y en
Londres, trabajando mucho y viviendo la vida al máximo,
con pocas horas de sueño ya que solía pasarse las noches
jugando ajedrez blitz con apuestas de dinero de por medio.
Koblenz siempre disfrutó jugando partidas a ritmo rápido,
algo que hizo durante toda su vida. Cuando finaliza- ba
los entrenamientos con Tahl, siempre disputaban unas
partidas blitz, aunque siempre era el pupilo el que se solía
apuntar las victorias.
Los momentos más brillantes de su carrera llegaron en esa
época, ya que pudo participar en varios torneos
internacionales. Tras la guerra su nivel decayó y prácticamente
se limitó a jugar torneos en Letonia. Su estilo era
eminentemente táctico, como la mayoría de jugadores
salidos de Riga, siempre buscaba posiciones complicadas
tratando de huir de las posiciones teóricas, ya que su
preparación no era notable. Su tendencia a jugar partidas
blitz le restó potencial en partidas a ritmo clásico. Su
mejor actuación tuvo lugar en el torneo de Brno
1937,
así como en sus cuatro triunfos en el Campeonato de
Letonia (1941, 1945, 1946 y 1949).
Durante la II Guerra Mundial pasó a ser ciudadano soviético,
por lo que tuvo muchas dificultades para viajar fuera del
país. Por fortuna, pudo seguir dedicándose a su gran
pasión a través de la escritura y como preparador.
Durante muchos años fue un pilar importante en la vida
del genial Mikhail Tahl. Como es bien sabido, Misha tenía
una vida más bien desordenada, le gustaba fumar mucho y
beber, y solía pasarse buena parte de la noche jugando
partidas blitz. A pesar de todo, trabajaba con ahínco en
su preparación (a pesar de no tener fama de ello) y de
esto era responsable Koblenz, que consiguió que su pupilo
se preparase con intensidad para las citas importantes.
Koblenz fue como un segundo padre para Tahl, entre ambos
existía una relación de total complicidad. Tahl falleció
en 1992, Koblenz tenía entonces 75 años, ver como su
pupilo fallecía supuso un duro golpe para él, durante su
funeral pronunció unas bellas palabras, pero no pudo
finalizar su exposición por las lagrimas que inundaban su
rostro.
Koblenz fue un prolífico escritor, publicando numerosos títulos
relacionados con el ajedrez. "El mundo mágico de las
combinaciones" es su obra más conocida, un libro
sobre el ajedrez táctico con comentarios muy amenos.
También escribió un libro sobre su método de
entrenamiento, "Ajedrez de entrenamiento", que
ha sido traducido a varios idiomas. Koblenz destacó en
otra faceta no relacionada con el ajedrez: fue cantante de
opera, de hecho solía cantar en las ceremonias de
clausura de los torneos.
Javier
Cordero Fernández
(17
Diciembre 2009) |