En el ajedrez se puede tener maestría, un gran conocimiento de la teoría o un buen dominio estratégico, pero lo que nunca dejará de
sorprender al aficionado son las jugadas inesperadas, las que causan sorpresa por su creatividad. Y es que en ocasiones un tablero de ajedrez parece un lienzo donde dar pinceladas llenas de color o un pentagrama donde crear una nueva y original melodía... la persona que no conoce este deporte no lo puede entender, pero
en una partida se pueden crear decenas de planes
surgidos de la nada, ideas que brotan de la mente y que
en ocasiones, sólo de vez en cuando, pueden ser de una
gran brillantez.
David Bronstein destacó durante toda su carrera por la
magia que se escondía detrás de sus jugadas. Siempre
se mostró más preocupado por el lado creativo del
juego que por el competitivo, lo que le convirtió en un
jugador especial y distinto al resto. En esta partida Bronstein
desata toda su fantasía y ordena a sus caballos que
realicen una danza frenética alrededor del enroque
negro, movimientos, cada cual más sorprendente, en los que
estas piezas se van entregando una vez tras otra para
resquebrajar la defensa de su rival... belleza estética
que sólo se puede dar dentro de un tablero de ajedrez.
|